Nadie discute ya que Europa se ha quedado rezagada en la carrera tecnológica. Apalancados en modelos distintos, Estados Unidos y China lideran la competencia global por la inteligencia artificial (IA). El único actor relevante que ha emergido en nuestro continente es una startup francesa llamada Mistral, la única empresa que puede competir ahora mismo con los modelos generativos estadounidenses. Ha atraído inversiones millonarias, incluidas las de Microsoft, y ha logrado avances significativos en el desarrollo de modelos de lenguaje, usando además código abierto.
Sin embargo, la historia de Mistral también sirve para ilustrar los problemas que tenemos en términos de infraestructura tecnológica, la falta de ecosistemas capaces de atraer talento y la complejidad regulatoria. Escasean los centros de datos, y el continente no cuenta con la capacidad de entrenamiento necesaria, lo que limita el progreso no solo de Mistral, sino también de cualquier otra startup europea que intente seguir su ejemplo. Si las cosas no mejoran en los próximos años, Mistral acabará naufragando o trasladándose a otro país. 
La historia de Mistral merece un análisis profundo para entender tanto nuestras fortalezas como nuestros problemas. Fundada por ex empleados de Meta y Google, uno de sus puntos fuertes es que sus modelos han sido entrenados con grandes volúmenes de datos multilingües. A pesar de esto, sigue siendo poco conocida en Europa fuera de los círculos especializados Como de costumbre, preferimos dejarnos deslumbrar por las grandes empresas estadounidenses que fomentar nuestros propios recursos. 
La ventaja de partida de las tecnológicas estadounidenses no es solo tecnológica, sino también cultural: su capacidad de marketing y su ambición natural para dominar las narrativas hacen que competir sea muy difícil. Por no hablar de la falta de visión europea: ¿algún día conseguiremos que un alemán, un italiano y un español se junten a hablar de una empresa francesa como si fuese suya?