Es mejor reír que llorar, pero cuando desde el gobierno, el PSOE y los partidos que lo apoyan, y desde los medios tan generosos con el sanchismo, elogian el fin del llamado procés, la paz y serenidad que se vive en Cataluña y pronuncian con entusiasmo el nombre de Salvador Illa, que tanto bien está haciendo como presidente del gobierno de la Genelitat, hasta cuesta reír para no echarse a llorar.
Las loas a Illa o repiten estos días de entusiasmo ante el anuncio de que la Fundación La Caixa y Criteria regresan a sus sedes catalanas. En su derecho están, y además hacen bien en volver porque son entidades ligadas financiera, histórica y sentimentalmente a Cataluña. Lo que incomoda es que las autoridades catalanas y las instituciones catalanistas intentan colarnos como cierto lo que no es.
El procés no ha finalizado. Avanza a buen ritmo, pero no finalizará mientras Puigdemont lo de por hecho y anuncie que ya no exigirá más concesiones, sabiendo que Sánchez siempre se las va a dar para presumir de que con él en Moncloa e Illa en el Palau se ha puesto fin a los que definen como "el conflicto catalán".
Illa no ha tenido nada que ver con lo que está pasando, ni se le consulta, ni sabe qué negocian Puigdemont y los enviados de Sánchez, entre ellos Zapatero, al que enloquece presumir de lo bien que están resolviendo el problema. El que manda en Cataluña no es Illa, ni tampoco Sánchez, que es peón de Carles Puigdemont, a su servicio para aceptar lo que le vaya indicando. Es éste, Puigdemont, el que gobierna desde su refugio de Waterloo.
Puigdemont sí puede presumir. Gracias a él Cataluña camina firmemente hacia la independencia con todas las bendiciones de Moncloa. Ha conseguido competencias que Sánchez y sus ministros jueces consideraban inconstitucionales, y además Cataluña se va a convertir en un territorio en el que impera lo que los socialistas atacan con todas sus fuerzas, la desigualdad y el racismo. Y el pobre Illa tragando, ni una palabra ante la invasión de sus competencias, tanto por parte de Puigdemont como por parte del Pedro Sánchez. El pobre Illa haciendo como que gobierna, y un sector de la sociedad catalana sintiendo tanta vergüenza como el resto de los españoles ante las imposiciones de la extrema derecha de Puigdemont que acepta tan alegremente Sánchez. Eso sí, es Sánchez el que acusa al PP de abrazar las causas de la ultraderecha.
Sin embargo los sanchistas, hay que reconocerlo, son únicos en aplicar conceptos a conveniencia del autor: mentir es cambiar de opinión, amnistiar a condenados por corrupción es hacer justicia por errores administrativos, las noticias adversas son bulos, transferir competencias es delegar. Palabras como rebelión o sedición se borran o se convierten en irrelevantes. En cuanto a las cesiones a Puigdemont, son encomiables porque "normalizan" la sociedad catalana.
Los que no callan ante esas mentiras y trampas, forman parte de la 'fachosfera'. Lo peor de lo peor, la antidemocracia.