Este miércoles, 4 de septiembre, será recordado por varias cosas, alguna de ellas quizá acompañada por alguna sorpresa que, naturalmente, ignoro cuando escribo estas líneas. Pero podría ser, aventuro, un mal o un buen día para la democracia, inclinándome, ay, por la primera hipótesis, y ojalá me equivoque. Será un mal, o un pésimo, día para la vicepresidenta primera, María Jesús Montero; un buen día para Pedro Sánchez, que dará una especie de mitin ante gente próxima y sin 'interferencias' de los chicos de la prensa. Y quién sabe si será una jornada buena, horrible o incluso indiferente -según él se lo tome-- para el ministro José Luis Escrivá... y para su jefe, claro. Vayamos por partes:
La señora Montero tiene que ir por la mañana al Senado, territorio hostil, para explicar en qué consiste el traído y llevado pacto con Esquerra Republicana de Catalunya, sobre el que los senadores del PP (y no solo) se van a lanzar en tromba: es, dirán, inconstitucional. Al tiempo que recordarán a la vicepresidenta, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, que hace apenas unas semanas ella defendía una postura contraria al contenido 'real' del acuerdo -otra cosa es la semántica con que el pacto se adorne u oculte, tratando de confundir a la opinión pública y publicada-. Un acuerdo por el que ahora ella misma, con parejo fervor con el que proclamaba cosa distinta, va a abogar.
Duro trago para la 'número dos' del poder político, que, sin que su jefe, Pedro Sánchez, haya dicho hasta ahora nada sustancioso sobre el acuerdo, que posibilitó la investidura de Illa como president de la Generalitat, tendrá que salir a porta gayola a explicar si hablamos de un concierto con Cataluña, una concordancia, una conllevanza, una federación, una confederación, y un largo etcétera. Son muchas las voces que opinan que el pacto con ERC no se podría llevar a cabo por sus claros tintes inconstitucionales, que la señora Montero tendrá que negar sin que, presumiblemente, su dialéctica se pueda basar esta vez en el mero ataque al PP.
Curiosamente, el presidente Sánchez ha elegido más o menos la misma hora para lanzarse a inaugurar el curso político ante un auditorio afecto y del que saldrá, pienso, sin tener que someterse a una sola pregunta de los periodistas. Es, confesaron portavoces socialistas y monclovitas con los que consulté, un acto 'inusual', con el que, haciendo algún anuncio noticioso, quizá el inquilino de La Moncloa quiera tapar los titulares 'negativos' que provocará la comparecencia de la vicepresidenta en la Cámara Alta. Y es que, al menos es mi impresión, en La Moncloa no dan puntada sin hilo y estas 'coincidencias temporales' las cuidan mucho.
Por si faltasen motivos de expectación, se anunció que el aún 'novato' (es una licencia, con perdón) ministro de Economía, Carlos Cuerpo, anunciará en sede parlamentaria, también este miércoles, quién es el candidato 'definitivo' que presentará el Gobierno para ejercer como gobernador del Banco de España. El nombre del ministro José Luis Escrivá ha sido ya casi oficialmente lanzado por las fuentes gubernamentales, provocando una lógicamente airada reacción en la oposición: la designación del ministro de Transformación Energética y Función Pública romperá una larga etapa de consensos en torno a la entidad bancaria oficial.
Jamás un ministro, que tendría, desde su puesto de gobernador, que emitir su dictamen sobre la calidad de los Presupuestos elaborados por el Gobierno (o sea, por él mismo, entre otros), había sido elevado a los altares del Banco de España. Uno, en su quizá ingenuidad, siguió pensando que se trataba de un cebo para la negociación con el PP, y que la solución de consenso 'in extremis', aunque fuese tan prendida con alfileres como la de la presidencia del Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, iría por otros derroteros. Pues parece que no...
Se trata, en todo caso, de tres test de calidad democrática con los que se inicia, ahora de verdad, el curso político que se presenta con tintes más agitados de cuantos yo recuerdo. Ojalá saliésemos con bien de las tres pruebas, con una vicepresidenta realista y veraz, reculando sobre los alcances de un acuerdo imposible; con un presidente del Gobierno admitiendo -por fin-- que los periodistas le preguntemos por 'sus' planes, que a todos nos afectan; y con un Ejecutivo que, por fin, deje de 'okupar' las instituciones. Dígame si, así, no podríamos afirmar que nuestra democracia, tan acosada, ha salido fortalecida. Lo que ocurre es que, seguramente como usted, difíciles veo las tres cosas, pero en fin, quizá algún día nuestras plegarias surtan efecto. Lo que ocurre es que dudo que ese día sea este 4 de septiembre, qué le vamos a hacer.