Las lesiones son el gran enemigo de los deportistas y en los últimos años se está registrando un notable aumento de las roturas de ligamento cruzado, especialmente entre las mujeres. Sin ir más lejos, la pasada semana se conocía que Ana Ventoso, jugadora del Almagro Fútbol Sala, sufre esta misma lesión.
No se trata de una casualidad, tal y como argumenta Julián Montes, traumatólogo de la clínica Quirón y por cuyas manos han pasado el futbolista Pascu o las balonmanistas Amagoia Laínez y Patricia Cano, que han podido volver a la actividad deportiva sin contratiempos. Para Montes, varios son los factores que explicarían el aumento de las roturas de cruzado, una de las lesiones más temidas por el deportista.
Por un lado, estarían causas anatómicas, una cierta predisposición del propio organismo. Las deportistas mujeres, por ejemplo, se rompen el cruzado de dos a tres veces más que los hombres, y en su caso les afecta también el ciclo menstrual, pues en la fase ovulatoria, cuando hay más estrógenos en su cuerpo, se lesionan más. Ahora bien, por lo general, las chicas son más constantes en el largo proceso de recuperación, que suele prolongarse un año.
Aunque una lesión así la puede sufrir cualquier persona, es mucho más frecuente en edades comprendidas entre los 16 y 35 años, franja en la que es más habitual la práctica deportiva. El hecho de que cada vez haya más gente practicando deporte explica también este incremento de lesiones.
ROTURA POR FATIGA. Otro factor de riesgo es la fatiga muscular provocada por la acumulación de minutos. A más minutos de juego, más fatiga y más riesgo de lesión. «Alertamos de estos riesgos, pero el deportista quiere jugar y el calendario es el que es», añade el doctor Montes, que ejerce en la clínica Quirón, que recientemente firmaba un acuerdo con el Balonmano Caserío.
En este sentido, llama especialmente la atención las roturas por la acumulación de minutos en deportistas de 15 a 18 años, es decir, aún en formación. Se trata de una población especial, pues a pesar de su edad empiezan a competir en torneos de una cierta exigencia, que no es acorde a un desarrollo muscular aún incompleto. Ahí es donde interviene también el factor psicológico, pues hay evidencias de que se rompen más cuando les llega la oportunidad de subir a primeros equipos. Ese miedo a caer lesionado en un momento clave de su carrera aumenta el riesgo de los jóvenes de lesionarse.
El factor psicológico se proyecta también a cómo asume una persona una rotura del ligamento cruzado. «Cada paciente tiene un perfil psicológico distinto», resume Montes, que califica como «muy importante» explicar bien al paciente la lesión que sufre, cómo es la cirugía y a qué proceso se enfrentan.
En los deportes donde hay más roturas de cruzado es en el balonmano, fútbol y baloncesto y también influyen los roles de los deportistas. En balonmano, por ejemplo, se lesionan más los extremos y en el fútbol, los delanteros. En el 70% de los casos el ligamento cruzado se rompe de forma indirecta, es decir, en un gesto de rotación o de cambio de sentido. El resto ocurre por un traumatismo directo: un golpe, una caída... Según se llega a la élite se registran menos lesiones, pues los deportistas están más preparados, disponen de mejor material y juegan en mejores superficies.
Ya hay vigentes protocolos para prevenir lesiones, como en fútbol, donde el FIFA 11 Plus incluye un calentamiento y unos ejercicios de movilidad previa. En balonmano existe un protocolo de un equipo noruego, con similitudes al FIFA 11. Existen evidencias científicas de que aquellos conjuntos que aplican estos protocolos están sufriendo menos lesiones, aunque todo sigue en estudio. Lo normal es que el deportista pueda volver a jugar, pero en el caso de una rerotura, es decir, volverse a romper el ligamento cruzado ya operado, únicamente el 15-20% regresa al deporte y de esos casi ninguno recupera el nivel previo a la lesión.
La educación del cerebro es una de las claves en la recuperación. En técnicas de recuperación, con la rehabilitación, fisioterapia y readaptación, Ciudad Real puede presumir de disponer de grandes profesionales. Uno de ellos es Raúl Pernias, fisioterapeuta y licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, que ejerce su labor en Fitplus Center.
Llegó a trabajar como readaptador deportivo en las categorías inferiores del Fútbol Club Barcelona y asegura que «cuando te llega un paciente tu misión es la de educar un cerebro y no solamente una rodilla. El deportista quiere saber si va a volver a jugar, cuánto tiempo le queda, puede tener miedo de no reaparecer...», señalando que es más difícil la recuperación de una persona que hace deporte como ocio que la de un deportista profesional. Para él, en todo este proceso tiene mucha importancia la neurociencia, es decir, cómo se involucra e integra el cerebro en esa función articular y donde lo importante «es que no te frenen los miedos ni las prisas».
Para Pernias, es clave trabajar en conjunto aspectos como nutrición, hidratación y el propio entrenamiento y que el paciente se sienta a gusto y con confianza. Admite que con las nuevas tecnologías y técnicas de cirugía las operaciones son menos agresivas y eso agiliza la recuperación, aunque echa de menos que haya una comunicación más fluida entre traumatólogos, fisioterapeutas y preparadores físicos, algo que con las nuevas generaciones piensa que se está corrigiendo. «Sería muy bueno que el traumatólogo conozca lo que hace el fisioterapeuta y viceversa», resume.