La sonrisa que conquistó Hollywood

M . Sierra
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Enamoró a Marlon Brando con sus huevos con puntillas y a James Dean • Greta Garbo jugaba al tenis en su casa ¬ Fue la primera actriz española reconocida que cruzó el charco

Sara Montiel junto a James Dean. - Foto: La Tribuna de Ciudad Real.

P lagada de curvas, sensual, de risa fácil y siempre dispuesta a aprender, Sara Montiel llegaba en la década de los 50 al continente americano para hacerse un hueco en el mundo del cine. Antes que ella sólo otra belleza española había conseguido dejar su huella, Margarita Cansino, Rita Hayworth, por la que una joven María Antonia Abad sentía devoción. Montiel, entró por México de la mano de la productora Hipamax, y en apenas unos años dio el salto a Hollywood a pesar de no tener ni idea de inglés.

Veracruz (1955), junto a Gary Cooper y Burt Lancaster, fue la película que la convirtió en un personaje conocido en Estados Unidos y en el resto del mundo. En torno a ella y Cooper surgieron todo tipo de rumores, aunque nunca quedó claro si lo suyo fue más allá del beso con el que se pone fin a esta cinta. Lo que sí es seguro es que ambos protagonizaron multitud de anécdotas que los convirtieron, además de amantes, si es que lo fueron, en amigos hasta la muerte.

Una de esa anécdotas se debe a que Sara Montiel ni sabía escribir, ni sabía leer, y mucho menos hablar inglés, por lo que optaba por aprenderse el papel fonéticamente (se lo leían y lo memorizaba). El problema es que a veces esto podía traerle problemas de comprensión con sus compañeros. Eso fue justamente lo que pasó cuando la criptanense, en vez de decirle a Cooper: «¿Quieres luchar (en inglés, fight) conmigo y con los míos por mi pueblo?», se equivocó y acertó a decirle «¿Quieres hacer el amor (en inglés, otro verbo distinto) conmigo?», a lo que Cooper, respondió con un sonoro «Yes!».

Esto, lejos de amilanarla, le dio más motivos para seguir adelante y vivir en primera persona la aventura hollywoodiense, aunque eso supusiera convertirse en india cada vez que se ponía delante de las cámaras. Algo que fue determinante a la hora de decidir regresar a España.

No desaprovechó sin embargo su tiempo al otro lado del charco. Cuando no tenía que rodar, cultivaba sus amistades convirtiéndose en una asidua en los círculos cinéfilos, codeándose con algunos de los actores y actrices más conocidos de la época. Con sus grandes ojos y su tez morena, pero sobre todo con su desparpajo, fue capaz de conquistar a grandes de la talla de Marlón Brando, enamorado de sus «huevos fritos con puntilla».

También a su aventura americana le debe haber conocido a James Dean, junto al que aparece en la última instantánea en vida del 'rebelde sin causa', imagen que los medios reprodujeron para ilustrar su muerte. Los periódicos de la época, como ella recoge en sus memorias, aseguraban que los dos actores habían quedado el día del accidente del protagonista de Rebelde.

Era la época dorada del cine americano, la misma María Antonia Abad que había recorrido las calles de Criptana, ahora recorría el Hollywood de Elizabeth Taylor, Billie Holiday, Greta Garbo, «que venía a casa a jugar al tenis» y Joan Fontaine, con la que incluso llegó a coincidir en el rodaje Serenade (1956), en el que conoció al que sería su primer marido, Anthony Mann.

La aventura americana llegó a su fin cuando en 1957, en el rodaje de El último cuplé le abrió de nuevo las puertas de España. Esto ocurría antes de que la industria americana le ofreciera un contrato muy similar al que había hecho de Rita Hayworth una de las musas americanas.

Su estrella no luce en el paseo de la fama, como puede tenerla Javier Bardém y Penélope Cruz hoy, pero a ella, sin duda, le deben ellos y otros actores españoles el haber abierto la puerta de Hollywood a los actores de este lado del Océano Atlático.