Un himno centenario de "calidad musical excepcional"

J.M.Beldad
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Este himno, originalmente titulado 'Cantigas en loor a la Santísima Virgen del Prado', se convirtió en un símbolo de la devoción mariana en Ciudad Real

Un himno centenario de "calidad musical excepcional" - Foto: Rueda Villaverde

El 15 de agosto de 1924 se interpretó por primera vez el himno e la Virgen del Prado. Fue en la Plaza Mayor después de que Narciso Estenaga consagrará la ciduad a la Virgen del Prado. Fue una obra que rápidamente conquistó el corazón de los devotos. La letra, creada por Cristina de Arteaga, hija del Duque del Infantado, fue complementada con la música del sacerdote y compositor -también organista- Julio Valdés.

El compositor del himno, Julio Valdés, nació en 1877 en Vitoria. Su carrera musical estuvo marcada por una profunda espiritualidad y dedicación a la música religiosa. Estudió en la prestigiosa Escuela Ceciliana de Ratisbona y ocupó el cargo de organista en la iglesia de los Santos Juanes de Bilbao. Su contribución al himno de la Virgen del Prado, una obra de gran misticismo y perfección formal, es parte integral de las celebraciones litúrgicas de Ciudad Real.

Este himno, originalmente titulado 'Cantigas en loor a la Santísima Virgen del Prado', se convirtió en un símbolo de la devoción mariana en Ciudad Real. Cristina de Arteaga, quien posteriormente se haría monja jerónima y actualmente está en proceso de beatificación y canonización, dejó una huella imborrable en la historia de la hermandad con esta composición.

Un himno centenario de Un himno centenario de "calidad musical excepcional" - Foto: Rueda Villaverde

Cristina de Arteaga

La autora de la letra, Cristina de Arteaga y Falguera. Nació en 1902 en Zarautz, Guipúzcoa, en una familia de la alta nobleza española, pues era hija de Joaquín de Arteaga y Echague, Duque del Infantado y Marqués de Santillana. Se licenció en Ciencias Históricas con premio extraordinario y participó activamente en la vida intelectual y religiosa de su tiempo. Tras componer el himno, ingresó en la Orden Jerónima, donde desempeñó un papel crucial en su reforma y expansión durante la posguerra. Su proceso de beatificación está en curso, y su legado espiritual y literario sigue siendo una fuente de inspiración para muchos.

En los cuatro versos de la primera estrofa se ven reflejados miles de ciudadrealeños cada vez que se canta en la Catedral que lleva el nombre de la Virgen: "Santa María del Prado / Reina de Ciudad Real A quien siempre han invocado / Tus hijos de fe filial; ¡Líbranos de todo mal!". Porque si algo tienen muchos habitantes de la ciudad es fe a la Patrona.

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El organista de la Catedral de Ciudad Real, Pedro Pablo López, señala que el himno de la Virgen del Prado «es una pieza musical de excepcional calidad». Asimismo, señala que en el órgano toma «toda su dimensión, ya que Valdés, su compositor, además de sacerdote, era también organista». Para él, es un «gran orgullo» interpretarlo. 

De profesión, organista

Pedro Pablo López, organista de la Catedral de Ciudad Real vive el 15 de agosto de una manera muy especial. Este día, López toca en numerosas misas, comenzando desde las seis de la mañana en la misa de los peregrinos hasta la una del mediodía, y luego participa en la procesión de la tarde. A pesar del esfuerzo, López lo hace con «mucha felicidad y orgullo».

Para López, tocar el órgano de la Catedral es un honor y una responsabilidad, especialmente al acompañar a la multitud que canta al unísono. «Es muy bonito acompañar a una multitud cantando a lo unísono, y es un orgullo porque ya no sólo porque yo vea a la gente sino porque los escucho», expresa. Además, menciona que, aunque el órgano puede parecer un instrumento solitario, siempre se siente acompañado por el pueblo que canta junto a él.

«Cierto es que quizás ser organista es ser un poco solitario, aunque en realidad casi siempre estamos acompañados» dice. López espera continuar en su puesto mientras el Cabildo lo requiera, disfrutando cada momento de su trabajo, especialmente cuando puede tocar obras de su compositor favorito, Johann Sebastian Bach, cuyo legado considera fundamental para los organistas.