Historia con humor de una biblioteca

Hilario L. Muñoz
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El bibliotecario Esteban Jiménez recopila algunas anécdotas que ha visto en los 32 años de la Biblioteca Pública en 'Sin título propiamente dicho. Un manual irreverente de bibliotecas'

Historia con humor de una biblioteca - Foto: Tomás Fernández de Moya

Sin título propiamente dicho es un libro de esos que sirven para reírse de la humanidad de una forma sana. Basta con decir que el humorista José Mota es el encargado de prologar este libro, que tiene un poco de anecdotario y otro de manual en el que se cuentan historias sobre los libros que vuelven de un préstamo más sabios de lo que se fueron o con embutidos que se convirtieron en un marcapáginas gracias al tiempo que pasaron entre palabras. Esas historias las lleva recopilando Esteban Jiménez desde hace 32 años, cuando «por casualidad», como él mismo dice, aprobó las oposiciones de Ordenanza y acabó trabajando en la biblioteca de la capital, la de los jardines del Prado. Allí, Jiménez supo que esa era su vocación más que la de profesor de Historia en la que estuvo unos años antes o de escuela taller otros tantos. Por este motivo fue ascendiendo en la escala de bibliotecarios, hasta una jubilación, este 2025, en el que ha decidido sacar estas pequeñas historias en formato libro, ayudado por la editorial Serendipia, para mostrar todo lo que da de sí una vida entre libros y sus lectores. 

La primera irreverencia del libro es el título, un guiño a la catalogación, donde el primer elemento a rellenar es el 'Título propiamente dicho'. «Cuando empecé a estudiar bibliotecas me hacía mucha gracia, porque no entendía por qué se decía el título propiamente dicho, por qué no título y punto» y optó por este nombre. La idea surgió tras el proceso de escritura. Durante mucho tiempo estas historias se iban a llamar Trabajar con alegría, como un guiño a una de las anécdotas que narra y que trata sobre un artículo del antiguo diario El Día. «El periodista que me entrevistó vería mucho entusiasmo en mí porque puso en grandes letras: 'Trabajar con alegría', y quedó como un lema para mí y mis compañeros».

La anécdota del reportaje y la del título muestran cómo el libro se mueve entre dos terrenos. Por una parte, un manual en el que se abordan aspectos y conceptos de la biblioteca, de una manera entretenida para el lector. Por otra, las anécdotas vividas en primera persona, o por conversaciones con los compañeros de Jiménez. «Es un texto de relatos cortos, pero también tiene mucho de biografía, porque al final son como las memorias de un bibliotecario. También tiene algo de crónicas de bibliotecas, lógicamente». 

En total hay 54 anécdotas, «pero podría haber puesto otras», explica el autor, quien señala que no ha elegido «las más, extraordinarias, algunas cosas son hechas realmente rutinarios o comunes, que se producen en una ferretería o en un bar, en cualquier sitio», pero que las tenía en su memoria y han ocurrido dentro de la biblioteca de la capital. «Son las que a mí me hicieron más gracia, de las que he ido tirando y recordaba más». Así hay historias «de todas las cosas que pasan en la biblioteca: de los profesionales desde hace 30 años hasta ahora:de los libros, de los fondos, de actividades, de investigaciones y de usuarios y de cómo se comportan».

Como ejemplos de lo que se puede encontrar está la historia del hombre que realizaba sus anotaciones particulares en los periódicos de la hemeroteca o una historia particular sobre el libro que la Guardia Civil recuperó hace unos años, el Origen de las especies, de Darwin, que desapareció de la biblioteca en la Guerra Civil y se encontró en una subasta en eBay en 2021. «Se encontró el libro y vinieron a hacer una rueda de prensa sobre ese hallazgo. En los días posteriores venían muchos medios de comunicación». Estando en uno de esos reportajes, le preguntaron por otro libro, de gran volumen y cuando fue a enseñárselo, dejé el Origen de las especies «en una estantería». Al rato, le llamó el director de la biblioteca para decirle que iba a haber un nuevo reportaje a última hora de la mañana y Jiménez se pasó las horas siguientes buscando el libro que tanto había costado encontrar. Al haberlo dejado fuera del sitio no daba con él. «Pasé como una hora de angustia y en un relato recreo todo lo que pasé, incluido el final feliz». 

Jiménez recuerda también todo el tiempo vivido en los jardines del Prado, cuando la biblioteca estaba en un lugar céntrico, en la mentalidad de la capital, en su uso como ludoteca o para los que decían «dejar allí la compra» un segundo. Tampoco han faltado estos años los curiosos que se subían a ver procesiones o bodas de famosos. Aquella biblioteca era «un palco VIP» de la sociedad ciudadrealeña.

«También nos hemos encontrado que los libros vuelven a la biblioteca y traen cosas en medio», rememora Jiménez. Entre las páginas se han encontrado billetes de lotería o incluso dinero, una cantidad importante en un sobre. «Tuvimos que investigar quién había tenido el libro prestado para devolvérselo», reconoce. También se han hallado facturas, como una que encontraron del año 1920, o incluso una carta de amor. De todos esos 'marcapáginas' el más llamativo es el trozo de «choped o de mortadela, no se identificaba muy bien, porque estaba ya muy reseco».