Como era de esperar, Vive Molière es una obra con la que se disfruta realmente, que combina la risa, con el ingenio y la buena interpretación y que llegó al Festival de Almagro el martes y el miércoles de esta semana de la mano de Ay Teatro. Bajo la dirección de Yayo Cáceres y la versión y autoría de Álvaro Tato, la obra lleva el sello tan característico de dos de las piedras angulares de Ron Lalá, la compañía que suma éxitos con propuestas que ya están en la memoria de los aficionados al teatro, también en Almagro, como fue el caso de su Cervantina, cuya cantilena principal todavía resuena en algunos espectadores.  

Era, pues, como comprar un boleto ganador en el Festival de Almagro, en el que a veces el público, no siempre ducho en esto del teatro, se enfrenta a versiones de obras que no siempre le convencen y que le dejan con una sensación un tanto desconcertante. No es así en esta ocasión.  

El tributo que ofrece Ay Teatro a Jean-Baptiste Poquelin (Molière), dramaturgo, actor y poeta francés, supone uno de los viajes que suelen ofrecer al público a base de buen teatro, pero también de música y canto, algo de baile, alguna que otra referencia actual, interacción con el público o reflexión acerca de la vida y la obra del autor. También, cómo no, de risa, la que pudo escucharse con ganas en muchos espectadores que acudieron a ver esta obra que se ha representado en el Palacio de los Oviedo.

'Vive Molière', risa e ingenio en Almagro - Foto: Festival deAlmagro

Vive Molière supone una versión muy peculiar y original de algunos de los fragmentos de obras del dramaturgo francés y enganchan, si no desde el minuto uno, desde el dos, al público, gracias al sentido de humor que desarrollan los personajes. Arranca con la diosa Fama, sus sirvientes Dato, Mito y Chisme y con ellos el público va recorriendo después historias que lo sumergen en fragmentos de las que son grandes obras de la literatura universal: Don Juan, El enfermo imaginario, El médico a palos o El avaro, entre otras. También en la propia vida del autor, Molière, que luchó por desarrollar su pasión por el teatro frente al futuro marcado por su padre para que fuera tapicero del reino, del reino que eclipsaba entonces Luis XIV, el rey Sol.  

Impresionante la interpretación y los cambios de registro de los actores: Marta Estal, Laura Ferrer, Mario Portillo, Juan de Vera y Kevin de la Rosa, quien, por cierto, está soberbio en su papel de avaro e incluso en su intrigante acercamiento al público.

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El vestuario, ambientado en la época francesa en el que están encuadrados los textos de Molière, hace todavía más meritoria su representación sobre las tablas en pleno estío en el corazón de La Mancha.