El política como en casi todo hay un péndulo colgante que se mueve de un lado a otro. La alternancia en los países democráticos tiene el efecto corrector. Si uno lo hace mal en un aspecto llega el otro y lo corrige, pero siempre hay algo que el corrector hace mal, y entonces pierde las elecciones y llega el otro y lo corrige, y así una y otra vez. Las democracias occidentales no han conseguido la perfección pero si nos han situado en la élite del mundo. Por el contrario los países donde el poder siempre está en manos de los mismos los errores son perpetuos porque los que mandan no permiten que llegue nadie y corrija sus errores.
En Europa y en los EE.UU. ha habido una época que gobernaba la izquierda en general. Como es imposible que lo hicieran todo bien ahora viene una oleada de derechas. La izquierda europea se cae, y como consecuencia de los graves errores cometidos, aún a pesar de la mala fama que tiene la derecha, la gente está votando a la derecha. En algunos países ha ganado la derecha como en Italia o en Hungría, y en otros como en Francia la extrema derecha está a punto de ganar las elecciones, mientras un Macron hace filigranas políticas para mantenerse en el poder.
Pero en Francia la situación es bastante dramática. Cuando alguien pasea por las afueras de cualquier ciudad francesa corre muchos riesgos de ser víctima de un delito de robo, violación, etc. La gauche divine francesa se está cayendo y todo porque no se ha logrado poner orden en las calles. El miedo hace que la gente voto a quienes prometen acabar con todo ese lío, y Le Pen y su candidato Bardella han prometido ese orden que busca todo el mundo. Y luego están los impuestos, que en parte van a sufragar una vida de lujos y de ingresos fijos a los políticos de turno. Coches oficiales, asesores, sueldos escandalosos, imposibles de controlar por los partidos tradicionales constituyen también otro caldo de cultivo donde pescan ese tipo de partido político que se escora fuera del centro. Si la izquierda se va más a la izquierda la derecha se va más a la derecha.
El lugar más idóneo para que eso ocurriera era Argentina. Con unos políticos desastrosos, una corrupción inconmensurable, un país en caos total, la mitad de la gente sin trabajar recibiendo subsidios por doquier que se convertían en nada porque nada duraba el valor de su moneda y la inflación hacía que un tomate valga el doble de lo que valía hacía unas horas, han dado lugar a que ganase alguien que quiera acabar con todo ese caos. Y en eso llegó Milei, que con su discurso contrario ha prometido salvar a Argentina. Ya veremos si ocurre, la verdad que salvarla de la miseria absoluta no debe ser muy difícil, porque peor era imposible.
La receta de que para mejorar tienen que ponerse las cosas muy mal ha tenido reflejo muy claro en las urnas argentinas.