Un tal Luis 'Alvise' Pérez – agitador ultra y experto en bulos y provocaciones difundidas en redes sociales – ha conseguido los mismos escaños que Sumar y uno más que Podemos en las elecciones europeas. El líder de Se Acabó la Fiesta ha irrumpido en el mapa político europeo como un extraño dispuesto a amargar a más de uno la fiesta. Como elefante en cacharrería. Hace unos meses, en una cafetería del centro de Madrid, un amigo mío le saludó a este nuevo eurodiputado y me contó después que era un personaje sin escrúpulos, pero con millones de seguidores cabreados en las redes sociales.
El tal Alvise se ha colado en la fiesta, mientras aquí se debatía si el PP tendría que firmar un empate y si el PSOE daría por bueno una derrota ajustada, como las de las últimas elecciones que ha venido cosechando, a excepción de las autonómicas catalanas. Los seis eurodiputados de Vox no son demasiados, pero superan a la suma de los conseguidos por los partidos Sumar – que, por cierto, no deja de restar – y Podemos, con una Irene Montero generosa, dispuesta a arreglar los problemas más graves que tiene Europa. Las formaciones políticas a la izquierda del PSOE rayan la insignificancia, fagocitadas por el partido al que siguen apuntalando en el Gobierno.
Tan preocupadas están Yolanda e Irene por el peligroso avance de la extrema derecha que ni siquiera han caído en la cuenta de su peligroso descrédito entre quienes les apoyaron hace ocho o diez años. Alvise, con un grupo de colegas, ha conseguido más apoyos que las dos formaciones de la izquierda radical juntas, mientras Vox sigue siendo la tercera fuerza más votada.
El PP, como ocurrió en las generales, ha sido el partido más votado en la región, con casi cien mil votos más que el Partido Socialista, pero que nadie se lleve a engaño. Los mismos ciudadanos que respaldan con su voto al PP en las convocatorias nacionales votan después a Page en las autonómicas. Y viceversa. Los mismos que votan a la izquierda en las autonómicas, muestran luego ciertas reticencias a respaldar esa misma opción en elecciones generales y europeas. De los más de cien mil votos de Vox en Castilla-La Mancha, casi mejor ni hablamos.
El tal Alvise y el resto de los zurdos y diestros más extremos no le van a amargar la fiesta a los dos grandes partidos nacionales. El PP y el PSOE se reparten más del 80% del escrutinio. Pero no olvidemos algo importante: Feijóo ha vuelto a ganar las elecciones a Sánchez, como opción moderada, a pesar de los ímprobos esfuerzos de los socialistas por meter en el mismo saco a Vox, al PP y hasta a la extrema derecha argentina, dejando en evidencia la falta de respeto a la inteligencia y capacidad de discernimiento de los ciudadanos.
Si algo queda claro en esta última convocatoria electoral es la pérdida paulatina de apoyo a Sánchez. La amnistía a Puigdemont y a sus socios independentistas – esa amnistía soñada, que por fin podrá publicarse ya en el BOE –, el blanqueamiento de Bildu, los casos de corrupción de Koldo y sus mariachis, los asuntos poco ejemplarizantes de la esposa del líder y la falta de vergüenza torera del susodicho para arrojar la toalla conducen a una situación alarmante. Amenazan con una inestabilidad política que provoca improvisación y un enfrentamiento paralizante.
¿Por qué crece la extrema derecha en Europa, y menos que en España? Quizá porque las políticas que se han venido haciendo en el viejo continente en los últimos años son manifiestamente mejorables.
Mejor dicho, un desastre.