Elisabeth Porrero

Elisabeth Porrero


La cárcel, hogar de ancianos en Japón

22/05/2024


Uno de los lugares con mayor población anciana del mundo es Japón. Concretamente, una de cada diez personas allí tienen ochenta años o más, siendo la esperanza de vida media de 87 años para ellas y de 81 para ellos. En este país no hay dinero suficiente para pagar pensiones dignas a todas las personas a las que les correspondería cobrarlas. Una de las consecuencias de este triste hecho es que hay gente que sigue trabajando con edades superiores a los setenta y cinco años y no es raro encontrar a quien sigue en la vida activa con noventa.
Ante esta terrible situación, mujeres y hombres de la tercera edad han llegado a pensar que pasar un tiempo en la cárcel podría ser la solución para sus problemas económicos y sociales. En prisión, mientras estén en ella, tendrán cama, techo, comida y atención médica gratis y, además, pueden compartir tiempo en la medida que les sea posible, con otras personas. Por eso, las cárceles de Japón ven incrementados el número de presos ancianos en los últimos años, siendo ya veinte de cada cien personas las que tienen más de sesenta y cinco. Según leo, cuando salen de prisión sus familias suelen estigmatizarles y ello provoca que, añadiendo este rechazo a sus degradadas situaciones domésticas, hagan lo posible por ser encerrados de nuevo, volviendo a practicar pequeños hurtos, por ejemplo. 
Compruebo también que se insiste en la idea de que no es solo la motivación de tener los gastos cubiertos la que les anima a delinquir, sino también la esperanza de sentir una soledad menor, tras las rejas, que aquella que experimentan en sus casas. Robar para que sean detenidos y, así, puedan ahuyentar ese vacío.
No he podido evitar sentir una tristeza y perplejidad inmensas cuando he escuchado y leído esta noticia. ¿En qué clase de sociedad puede una persona llegar a pensar que su mejor hogar o, tal vez, su único hogar, pueda ser ese sitio donde se coarta uno de nuestros bienes más sagrados como es la libertad?¿Cómo se puede llegar a preferir convertirse en un delincuente que seguir siendo una persona libre de cargos, porque es la única salida para la supervivencia? ¿Cómo en un país, con esos grandes avances en tecnología, puede darse esta terrible realidad?
Otra de esas muchas preguntas que me hago ante esta noticia es cómo reaccionan las familias de estos ancianos, por ejemplo sus hijos o sus nietos, cuando reciben la noticia de que sus padres o abuelos tienen que ingresar en prisión. No llego a comprender todo ese derrumbe emocional que creo deben sentir al ver sus cuerpos envejecidos y los surcos de sus arrugas rodeados por las esposas. Ni me explico cómo deben vivir ese rato de visita a la semana, con un cristal de por medio. Afortunadamente, es algo que, en otras sociedades, no nos pasaría ni por la cabeza. 
Hay sucesos como estos que, aunque parezcan sacados del esperpento, son terroríficamente reales. Ante ellos solo cabe confirmar que, en el ser humano, cabe demasiada deshumanización.