La ONG Calma, con sede en Ciudad Real, ha mostrado su preocupación ya que Mozambique enfrenta una crisis sin precedentes. A pocos días del 23 de diciembre, fecha que muchos temen marque el inicio de una guerra civil, las tensiones políticas se intensifican tras las elecciones generales del 9 de octubre. La oposición, liderada por Venâncio Mondlane, acusa al gobierno del Frelmo de fraude electoral, mientras el gobierno endurece su postura y reprime las protestas con violencia. En este escenario, la pobreza extrema y la desesperación están alimentando el conflicto, indicó Calma en un comunicado de prensa.
Con un 60% de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza, millones de mozambiqueños sienten que no tienen nada que perder. La falta de acceso a servicios básicos, la exclusión social y décadas de desigualdad han generado un clima de frustración que ahora estalla en las calles y comunidades rurales. Este ambiente de desesperanza es tierra fértil para el caos y la violencia.
Organizaciones como la ONG Calma y los misioneros presentes en Mozambique, incluyendo a las Hermanas Misioneras Pilarinas, han alzado la voz, advirtiendo sobre una catástrofe humanitaria inminente. Durante décadas, estas instituciones han trabajado en las comunidades más pobres, ofreciendo apoyo en educación, salud y desarrollo, y conocen de primera mano la fragilidad de estas poblaciones. "La pobreza extrema convierte a estas personas en las primeras víctimas de cualquier conflicto. Su situación ya es desesperada, y una escalada de violencia puede destruir todo lo que hemos construido con ellas", señala un portavoz de Calma.
Los misioneros, que han dedicado sus vidas a acompañar a estas comunidades, describen un panorama desolador. "La inseguridad ya está afectando el acceso a alimentos y medicamentos. Las rutas de suministro están bloqueadas, y el miedo paraliza cualquier actividad económica en las zonas rurales", explica una de las Hermanas Misioneras Pilarinas. Añaden que muchas personas están atrapadas entre el miedo y la desesperanza, sin opciones para proteger a sus familias ni recursos para escapar del conflicto.
El papel de las ONG y los misioneros es crucial, pero sus recursos son limitados, y la creciente inseguridad está dificultando su labor. A pesar de ello, continúan trabajando en terreno, adaptándose a las difíciles circunstancias para seguir apoyando a las comunidades más vulnerables. "Nos enfrentamos a un desafío titánico. La pobreza extrema hace que estas personas no solo sean invisibles para el gobierno, sino también para gran parte de la comunidad internacional", lamenta el portavoz de Calma.
El impacto humanitario de una guerra civil sería devastador, agravando las desigualdades estructurales que ya condenan a millones a vivir en la miseria. Las ONG y los misioneros llaman a la comunidad internacional a actuar con urgencia, ofreciendo mediación para evitar el conflicto y apoyando a las organizaciones que están en terreno. "El mundo no puede cerrar los ojos. La población más pobre no puede ser abandonada una vez más", afirman.
Mientras los líderes políticos disputan el poder en Maputo, la vida de millones de personas pende de un hilo. Mozambique está al borde del abismo, y la intervención internacional, junto con el trabajo incansable de las ONG y los misioneros, puede marcar la diferencia entre una solución pacífica y una tragedia humanitaria de proporciones incalculables.