Nadie dice 'mi mujer me pega lo normal'», afirma el médico y profesor universitario Miguel Lorente Acosta, en su libro Mi marido me pega lo normal. Después de que 1.083 mujeres hayan sido asesinadas por sus parejas, aún hay que continuar escribiendo libros, haciendo manifestaciones y minutos de silencio para explicar lo obvio.
Esta semana un hombre ha matado a su expareja y una hija en común de tres años intentando después quitarse la vida. Este año se contabilizan en 53 las mujeres «que han muerto a manos de sus parejas».
Pero hay que invertir los términos de la frase y en lugar de afirmar que cincuenta y tres mujeres han sido asesinadas por sus parejas, habría que decir que cincuenta y tres hombres han matado a sus parejas. Así, refiriendo la acción de matar al sujeto que la realiza, se pone de manifiesto el cariz de la situación. Mil ochenta y tres hombres han matado a sus parejas desde el año 2003 y este año han sido cincuenta y tres los hombres que han observado idéntica conducta. Sin embargo, no hay mil ochenta y tres mujeres que hayan matado a sus parejas.
Y, aun así, todavía hay que escuchar que la mujer también ejerce violencia sobre el hombre en igual medida. Y, aun así, todavía se pretende insultar con el término `feminista´ como si el feminismo, es decir, la reivindicación del respeto, fuera igual que militar en una extraña secta.
«Si no es capaz de aguantar un guantazo no sirve para estar casada», bello aserto oído en una reunión en la que nadie pareció escandalizarse, de lo cual se infiere que el matrimonio lleva implícito un retorcido derecho a la violencia del hombre sobre la mujer. Ahora bien, cuando un hombre no agrede a su esposa, nace una afirmación perversa donde las haya: «¡Ese hombre es un santo!». El hombre que no agrede no es tan solo un individuo que simplemente hace lo que debe, sino que posee un plus de bondad, de manera que una conducta correcta se transfigura en santidad.
En relación a las relaciones sexuales en pareja, se oyen también joyas que habrán de pasar a la Historia del Derecho: «El hombre lleva derecho sobre la mujer». La traducción práctica de este romántico proverbio es que la mujer está obligada a soportar, lo desee o no, el uso y disfrute que de ella realice el esposo. Y decimos 'uso y disfrute' porque, esto es lo que realizan algunos hombres con sus parejas, usarlas y disfrutarlas sin pararse a pensar si el asunto es recíproco.
En ningún texto legal se afirma y establece que todos los hombres son agresores porque sería una afirmación incorrecta. Igual de incorrecto que afirmar que las mujeres agreden a los hombres en igual medida. Eso es, sencillamente, mentira.