En un instante de la clase de teatro que impartía en esos momentos, Damián Alcolea pidió a sus alumnos que se pusieran de pie y caminaran por la estancia con una sola condición:que imitaran el movimiento de la persona que tenían delante. El grupo comenzó a moverse de una manera errática que se acompasaba poco a poco, pero los cambios de dirección hacían que la batuta de la desorganizada orquesta pasara de mano en mano, devolviendo a la desordenada tropa al caos. «Pensad», alzó la voz Damián, «que si no tenéis a nadie delante es que vosotros sois el referente». Esa frase, surgida de manera espontánea en una enseñanza teatral, se alojó dentro de este actor socuellamino hasta que, horas después, ya en soledad, volvió a verbalizarla para darse cuenta de que, sin querer, había dado a sus alumnos más que una lección:les había otorgado un axioma.
Damián es de Socuéllamos, es actor y padece Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC). El leitmotiv que regaló aquel día a sus alumnos no fue casual ni gratuito, fue pura convicción. Cansado de caminar de la mano de esa enfermedad sin ver a nadie delante, Damián Alcolea decidió convertirse en su propio referente e invitar a cualquiera que quisiera a unirse a su paso. Lo hizo, primero, en un susurro, el que brotó de su voz a los trece años cuando se plantó delante de su madre y le dijo que le pasaba «algo en la cabeza». Luego convirtió el susurro en voz en el transcurso de una comida en la que levantó la copa para brindar y habló del TOC a sus amigos. El tercer paso del camino de Damián fue el grito, y para ese chillido el socuellamino recurrió al teatro. Hace algunas semanas se puso en medio del escenario en una charla del TEDxMadrid y se liberó por completo. «Cuando tenía once años empecé a lavarme las manos con lejía hasta hacerlas sangrar;con catorce repasaba el papel hasta romperlo en clase... Éste y otros comportamientos son habituales en los aproximadamente un millón de españoles que padecen TOC;y yo soy uno de ellos».
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