Si uno de cuatro españoles acceden a la educación superior, la situación se reduce a uno de cada 50 al observar solo la población gitana. La estadística es una muestra de las dificultades que existen entre ellos, que en el aspecto educativo se sitúa siempre muy por debajo de la media nacional. Por ejemplo, en la ESO solo el 40% de los gitanos promocionan, cuando en el conjunto de España es el 80 por ciento. Solo hay una titulación en la que los datos son mayores entre los gitanos, la FP básica, donde duplican y triplican los que obtienen este título a la media nacional.
Estos datos de la Fundación Secretariado Gitano son una muestra del amplio camino que queda por recorrer y que se encuentra en un año clave para el mundo gitano. En 2025 se cumplen 600 años de la llegada de este pueblo a España, del momento en que el rey de Aragón, Alfonso V, les dio un salvoconducto que les permitía vagar por España y la población quiere tomar esa fecha como punto de referencia, como momento que les lleve al futuro, y que dejen atrás los años de persecución que comenzarán en 1499 y que culminaron en 1978, cuando se eliminaron tres artículos legales que marcaban la vigilancia constante a la que debían someterse los gitanos.
Esta historia es la que pondrán en escena, en la facultad de Educación, en el Día del Pueblo Gitano, cinco mujeres que forman parte de una nueva generación, aquella que nace en democracia y que son hijas de familias humildes, muchas de vendedores ambulantes, cuyos padres les han animado a estudiar, que sueñen alto y que se hagan con un título universitario. Este es caso de Alba Maya, que ha terminado la carrera de Magisterio, con especialidad en inglés; o Mercedes Martínez, que va a empezar un grado medio de FP; las hermanas Esmeralda y Puri Flores, que estudian Parafarmacia e Integración social, y Raquel Zafra, que, en breve, quiere iniciar el grado de Psicología.
Una historia gitana del éxodo al éxito - Foto: Tomás Fernández de MoyaSon cinco mujeres que «piensan en su futuro» y recuerdan que «no dejamos de ser gitanas» por plantearse tener un trabajo estable. Este es el caso de Martínez, que quiere «un trabajo honrado, estable, con un sueldo y haciendo lo que me gusta». De hecho, recuerda que siempre se le han dado bien los idiomas, de ahí la especialidad, pero reconoce que hay cierto racismo y parece que tienen que valer más que los demás, pese a los títulos.
«Mi madre desde pequeña me ha dicho estudia, independízate, sé una mujer con estudios, haz lo que te guste», indica Mercedes, quien siempre quiso sacarse la ESO y sueña con ser médica. Reconoce que sus inicios fueron difíciles, en el colegio, cuando necesitó ayudas y clases particulares de Secretariado Gitano, porque los colegios son difíciles para las mujeres gitanas, cuando acuden a colegios donde solo hay población gitana.
El objetivo de todas, explican, es que «el día de mañana» con su casa, que sus niños «la tengan, lo mejor del mundo» y dar una «estabilidad» que es difícil de conseguir entre la población gitana.
El paso adelante que dan estas mujeres es grande y son conscientes de ello, porque tienen «un par de mochilas» que cargan, una por «ser gitanas» y otra «por ser mujeres, ya que hay racismo y hay machismo». Esto hace que cuando llegan alto se tenga «que notar», que se les vea. Esto es clave porque ellas son pioneras en una generación que vendrá después. «Siempre inculcamos a nuestras primas que no se queden estancadas» y que busquen valerse por sí mismas. Eso sí, miran al futuro sabiendo que «siempre va a haber muros», son realistas, pero su labor es saltarlos y mirar con entusiasmo al futuro.