José María Barreda Fontes (Ciudad Real, 1953) acaba de ser elegido nuevo presidente del Club Siglo XXI, asociación española que organiza debates, conferencias y foros sobre la vida cultural, política y social del país. El histórico dirigente del PSOE de Castilla-La Mancha, que fuera presidente de la Junta entre 2004 y 2011, sucede en esta responsabilidad a Nicolás Redondo Terreros. Pese a llevar cuatro años alejado de la primera línea política, sigue con mucho interés los últimos acontecimientos que rodean a la investidura de Pedro Sánchez. Y lo hace como expolítico, se retiró en 2019, y militante del PSOE, pero también como historiador y testigo directo del nacimiento y consolidación de la democracia en España.
Será un honor para usted presidir el Club Siglo XXI...
Lo es, porque se trata de un club con una gran tradición. Surge en la última etapa del franquismo, en el año 1969, como una plataforma para iniciar el diálogo, el encuentro entre la oposición y los elementos más aperturistas del régimen, y que después, en el inmediato posfranquismo y en la transición, cumplió un papel muy importante. Por ejemplo, ahí fue donde Fraga presentó a Carrillo, lo que supuso todo un símbolo de la reconciliación.
«La fuerza del socialismo democrático acabará emergiendo» - Foto: Rueda Villaverde¿Qué evento tiene más cercano?
El más próximo será un almuerzo con Cuca Gamarra, la secretaria general del PP. Después ya estoy en contacto con varias ministras del nuevo Gobierno para que se estrenen en el Club. Antes está previsto que venga Antonio Garamendi, presidente de los empresarios, entre otros invitados.
¿A qué se ha dedicado durante estos cuatro años retirado de la política activa?
José María Barreda, señalando a su abuelo en la histórica foto de la primera redacción de La Tribuna. - Foto: Rueda VillaverdeDesde que estoy retirado no tengo tiempo para nada. Primero me incorporé a mi plaza en la Universidad como profesor de Historia Contemporánea. Me apetecía muchísimo volver a la docencia, aunque fueron unos años que se complicaron con la pandemia. Luego me jubilé y desde entonces he escrito varios libros, he colaborado con otros, tengo una actividad también muy intensa en el Ateneo de Madrid, donde presenté mi libro Historia vivida, historia construida, y he presentado libros de otros autores.
Y desde esa perspectiva de político retirado, pero muy activo, ¿qué opinión tiene de la investidura de Pedro Sánchez?
Para intentar comprender este presente habría que tratar de conseguir conocer bien nuestro pasado inmediato, es decir, qué circunstancias han concurrido para que nos encontremos ahora en la coyuntura actual, que es extraordinariamente difícil. Hay un latiguillo que utilizan muchos políticos que dicen 'como no puede ser de otra manera', y las cosas siempre pueden ser de otra manera. Lo que ha ocurrido es que los dos grandes partidos, que reúnen la inmensa mayoría de la representación parlamentaria, no solamente no ha habido puentes entre ellos, sino que ha habido tensiones que han tirado de uno y de otro en direcciones opuestas: del PP han tirado hacia la extrema derecha Vox, y del PSOE han tirado hacia su izquierda con Podemos, Sumar, etc. Y eso yo creo que nos ha dejado un paisaje político que no es particularmente fecundo.
Porque un entendimiento entre PSOE y PP lo hubiera cambiado todo. ¿Es ingenuo pensar en algo así?
No se puede negar que si hacemos un ejercicio puramente teórico, un posible entendimiento y sobre todo para cuestiones de estado cruciales entre el PP y el PSOE debería ser posible. Pero en la práctica es casi imposible, por diferentes circunstancias, que han ido enrareciendo y complicando las relaciones, abriendo brechas en vez de construir puentes.
Mucha gente ha salido a la calle y hay voces que hablan de golpe de estado de Sánchez...
El PSOE ha logrado sumar los votos y ser elegido. ¿Eso crispa los nervios de mucha gente? Pues lo hemos comprobado. Pero son las reglas del juego, y ser demócrata significa también respetar las reglas del juego. Cambiarlas, en su caso, por los sistemas que estén previstos en la legalidad vigente. Pero en tanto en cuanto no se modifiquen, hay que cumplirlas.
¿No es un precio muy alto acceder a una amnistía que antes se negaba?
Creo que es tan legítimo quien plantea que cualquier gobierno es preferible a un gobierno del Partido Popular condicionado por Vox, como que haya gente que diga que es absolutamente impresentable que se forme un gobierno que tenga como socios parlamentarios a dos partidos nacionalistas. Recuerdo una frase de Galbraith, un célebre economista canadiense, que una vez le dijeron '¿Cómo ha cambiado de opinión?', y respondió: 'Cuando las circunstancias cambian, yo también cambio. ¿Usted qué hace, caballero?'. Ahora bien, creo que al Gobierno le ha faltado pedagogía para explicarlo y no acabó de articular bien el relato.
García-Page se ha opuesto claramente a la amnistía, pero a la hora de la verdad votaba a favor de la investidura de Pedro Sánchez. ¿Es entendible o es una contradicción?
A veces se dan circunstancias con las que es muy complicado operar, pero que existen. Cuando yo era secretario general del partido en Castilla-La Mancha y presidente del Gobierno regional, también muchas veces veía que los militantes eran más exigentes o más intransigentes que el electorado, que suele ser más moderado. Cuando eres dirigente de un partido en el que concurre esa circunstancia, es decir, un cuerpo electoral que masivamente te apoya desde posturas de mayor moderación que las que tienen los militantes de tu propio partido, es muy complicado mantener ahí un equilibrio que, por una parte, te permita gobernar, y que por otra te permita hacerlo sin abandonar los principios desde la organización de la cual tú eres dirigente.
¿Qué hubiera hecho José María Barreda en el lugar de García-Page?
Bueno, yo ahora estoy jubilado (sonríe...).
¿Saltarse la disciplina de voto no sería un ejercicio saludable para que la política ganara en credibilidad?
Bueno, no nos engañemos. Romper la disciplina de voto no en cualquier votación, sino en una votación para elegir al presidente del Gobierno, son palabras mayores. La disciplina de voto está en la cultura del Partido Socialista y de todos los partidos políticos. Eso nos podría llevar a otras consideraciones, ¿Cuál es el sistema de elección de los candidatos y de los diputados que engrosan las listas electorales, quiénes los eligen, a quiénes se deben, cómo funciona la ley electoral? Pero ya digo, creo que eso es un capítulo largo. No es utópico, pero habría que cambiar muchas cosas.
Hay voces que hablan de un riesgo real de la ruptura del país ante tanta concesión a los movimientos nacionalistas.
No hay que ser tan tremendista. Además, sinceramente, creo que aquellos que están en contra de todo esto, cuando se les va la mano, acaban perdiendo también la razón en gran medida. Como dice el dicho popular, se les va la fuerza por la boca cuando tienen comportamientos absolutamente inaceptables. No se justifica el rechazo a decisiones del Gobierno con la violencia, para que haya asaltos a las sedes, para que haya insultos, para que haya agresiones... Eso es una barbaridad. Y precisamente, además, tiene un efecto contraproducente porque eso ocurre como en cualquier familia, que aunque no se lleven bien, ante un ataque la familia inmediatamente se agrupa y se autodefiende. Eso pasa exactamente igual en el partido. En el partido hay muchísima gente que está lógicamente preocupada, nerviosa, indecisa acerca de si lo estamos haciendo bien, pero ante una agresión exterior, cierra filas. Quien crea que así va a romper al Partido Socialista, se equivoca. Además, el Partido Socialista es mucho partido.
¿Se sigue sintiendo orgulloso de pertenecer al Partido Socialista?
He sido secretario general en la provincia de Ciudad Real y secretario general en Castilla-La Mancha y tengo una gran identificación con el partido, lo cual no quiere decir que comulgue con el 100% de las ideas, ni mucho menos, pero sí con más del 50%. Pero, en cualquier caso, no busco las soluciones tratando de demoler a una fuerza política que ha sido y es fundamental para la democracia española.
¿El PSOE de ahora no es menos PSOE que el 'suyo'?
No, porque el PSOE continúa y los dirigentes somos contingentes. Los que hemos sido en un momento dado hemos dejado de serlo, los que lo fueron en otra circunstancia dejaron de serlo y los que son ahora, dejarán de serlo también. La fuerza del socialismo democrático acabará emergiendo, sin duda ninguna. Esto es una crisis que se supera.
¿Qué opinión le merece el nuevo equipo de ministros del que se ha rodeado Pedro Sánchez, en el que permanece Isabel Rodríguez?
Como se puede imaginar, estoy súper encantado con que nuestra querida paisana Isabel Rodríguez siga en el Consejo de Ministros. A mí me parece genial porque tengo la mejor de las opiniones de ella. Como sabe, fue mi portavoz en el Gobierno y hemos sido compañeros no solamente en el gobierno de Castilla-La Mancha, lo cual nos unió mucho, sino también en el Congreso durante varias legislaturas. Me parece una mujer súper inteligente, trabajadora y con una gran capacidad política. Por eso celebro y le alabo el gusto al presidente del Gobierno que haya seguido contando con ella.
¿Cree posible que esta legislatura no llegue a ser completa, dada la actitud tan crítica y desafiante que están mostrando varios de los socios de gobierno?
Bueno, eso entra dentro de lo posible. Es una legislatura muy complicada porque los apoyos parlamentarios del gobierno son muy heterogéneos. Y se necesita para aprobar las leyes a todos, todo el tiempo. Pero claro, todos son muchos. Y además, como digo, distintos y distantes. Porque si nos fijamos en los catalanes, ERC y Junts tienen sus elecciones y entre ellos no se pueden ni ver y están permanentemente disputándose las políticas y la relación con el Gobierno, en una puja absolutamente peligrosa. Pero es que en el País Vasco ocurre bastante igual entre el PNV y Bildu, que se están jugando la presidencia de Euskadi y los dos están pendientes de cómo relacionarse con el PSOE, que tal vez sea fundamental para dirimir allí la mayoría y al mismo tiempo exigir al Gobierno de España para poder vender a su parroquia que son más que los otros. Eso ya, en sí mismo, es complicado. Pero luego incluso dentro de los socios de gobierno, como es Sumar, tiene dentro a Podemos y acabamos de ver que ellos han dicho que no quieren saber nada, que se sienten libres porque no tienen ministras, y que, por tanto, en cualquier momento pueden dar la espantada. Es decir, que es efectivamente muy complicado y muy complejo que la legislatura vaya a llegar a su fin, y eso hay que reconocerlo.
¿Esta reflexión se podría extrapolar a la sociedad entre PP y Vox?
Mi opinión es que el Partido Popular necesita clarificar una cuestión que es absolutamente estratégica para ellos, no táctica, estratégica. Y es, ¿cuál es su relación como partido hegemónico de la derecha, como el gran partido de la derecha, con el otro partido que está muy a su derecha? Y eso lo tienen que resolver necesariamente. Ahora, creo que hay una cuestión que incluso en la terminología deberíamos cuidar. Y es no negar el pan y la sal al adversario. Por ejemplo, el Partido Socialista no tiene ningún sentido negar la condición de derecha democrática al Partido Popular. Y no andar con brochazos gordos de fascistas y ese tipo de cosas. Me parece un error de bulto. Por el contrario, descalificar desde la derecha al Partido Socialista, llamándoles comunistas, golpistas... me parece un error simétrico. Así no vamos a ninguna parte. En algún momento hay que empezar a cambiar incluso el vocabulario.
Quizás resultaría saludable echar la vista atrás, para no repetir errores del pasado...
Hay una cierta moda de grupos izquierdistas que han tratado de restar importancia al régimen del 78, como si en el 78 hubiera habido una gran traición de a no sabemos qué principios, cuando la realidad es que la grandeza del 78 estriba en que partidos muy diferentes, que se habían enfrentado entre sí y además a tiro limpio durante una Guerra Civil y que unos habían sido perseguidos y encarcelados en una larguísima posguerra, fueron capaces de olvidar todo eso, de superarlo y de llegar a un consenso que permitiera la convivencia. Por tanto, a veces me llama la atención que haya jóvenes que solamente reivindican a los abuelos que se enfrentaron a tiros y a cañonazos en la guerra y no valoran a los padres que fueron capaces de organizar la paz, el progreso y la convivencia y de redactar una Constitución con la que hemos podido convivir en paz, en libertad y disfrutar el periodo más largo y fecundo de toda la historia contemporánea. Por eso, y lo digo como historiador, la política supedita el pasado al presente. Conviene tener los pies en el presente y la mirada en el futuro.