El próximo sábado se celebra el II Congreso Nacional de Música Sacra en Daimiel, con varias conferencias y un concierto de órgano en la parroquia de Santa María la Mayor. Las inscripciones se encuentran abiertas para esta iniciativa en la que estará presente uno de los mayores expertos de música religiosa, Ignacio Yepes, profesor en el Conservatorio, autor de cientos de composiciones de música religiosa y premio Bravo de música de la Conferencia Episcopal.
Usted hablará sobre 'La experiencia de Dios a través de la música'. ¿Cómo es esa experiencia?
La música es un lenguaje y, como todo lenguaje, se puede expresar todo con ella, tanto ideas, como pensamientos o sentimientos. También se puede expresar la fe. La conferencia introduce a la persona a cómo expresar determinadas ideas religiosas, a través de la música. La introduce a expresar el perdón, la alegría, la súplica, la idea de la unión de los cristianos, la idea del ecumenismo a través de la música, la idea de la victoria de la vida sobre la muerte. Hay muchísimos elementos de carácter espiritual que la música te desvela con toda claridad, incluso a veces mayor que con la palabra, porque es un lenguaje que no necesita palabras y que puede ser muy claro.
¿Cómo llega usted a esta experiencia trascendental?
La oración a través de la música es probablemente la mejor manera de tener una relación con Dios o una relación con la presencia de Dios. Desde pequeño, yo empecé a ir al monasterio de Taizé, en Francia, es un monasterio ecuménico, donde la música era fundamental, porque tenías a jóvenes de todas partes del mundo que hablaban distintos idiomas, que venían de confesiones cristianas distintas, pero que estaban unidos cantando a cuatro voces unos acordes maravillosos, sencillos, compuestos por Jacques Berthier. A mí siempre me impresionó ver que desde la música te sumerges en un sentimiento religioso fácilmente. Desde pequeño, me ha fascinado expresar la oración a través de la música.
¿Su formación en matemáticas le ayuda a expresar esa relación con Dios?
Soy matemático y astrónomo, pero nunca he ejercido como tal. Pasar por la universidad me dio tal vez una capacidad de investigación, de relacionar las cosas, de metodología, que probablemente me ha podido ayudar y me ha creado una exigencia en cierto modo. Que las cosas no sean tan sencillas, sino saberlas hacer sencillas, pero no porque lo sean ellas, sino porque no he buscado la manera de trabajar en ello. En la música, a veces, sucede que hay que saber simplificar las cosas para encontrar la belleza, cosa que también sucede con un teorema de matemáticas. Si tienes una demostración más sencilla siempre es más espectacular que una demostración más compleja.
Aparte, la música es el arte más matemático y las matemáticas se puede decir que es la ciencia más espiritual...
Claro, porque son un lenguaje en sí mismo. Si ahora viene un marciano que no habla ninguno de nuestros idiomas, probablemente nos podamos entender en matemáticas, porque el número pi es el número pi. Las cuestiones matemáticas son universales y un poco lo mismo pasa con la música. De alguna manera puedo dirigir una orquesta en Seúl, como alguna vez ocurre que estoy mostrando una música a unos coreanos, una música española a unas personas que ni hablan español, ni conocen el espíritu, ni nada, y, sin embargo, están tocando esa música porque he sabido transmitir cómo hay que tocar. Es un idioma con el que puedes conseguir que personas que no hablan ese idioma, alcancen a entenderlo. Es impresionante porque la música de verdad tiene una cohesión social como ninguna otra cosa.
¿Cómo ve el futuro de la música sacra? ¿Se puede hacer música sacra moderna?
Sí, desde luego, desde todos los estilos se puede alabar a Dios. El góspel es una de las maneras de hacer cosas, desde luego. Yo tengo también el privilegio de ser el presidente del jurado de un concurso de composición de música sacra que realiza la Fundación Rielo, que es bienal; cada dos años convocan el premio y entonces se ponen unas bases y la gente compone obras de música sacra y no hay un estilo que mande. Lo que es importante en la música sacra es que sea transparente en el corazón. No busca el show, no busca la espectacularidad como otros tipos de música sí pueden buscar. La música sacra no tiene que ser un espectáculo, tiene que ser un instrumento, un vehículo para que la persona que lo escucha, que lo canta, que lo dirige, que lo toca le ayude a acercarse a lo trascendente.