Agua, orgullo agrícola y el cambio que debe realizar el mundo urbano son algunas de las claves que apunta Pimentel en esta entrevista.
¿La UE y su cuaderno digital llevan a los agricultores a la calle?
Salen los agricultores en Toledo, pero también en Europa, con gobiernos políticos muy distintos. Eso quiere decir que la base no es política, es sociológica. Primero, es un mundo que quiere sobrevivir, que lanza un grito de desesperanza, por muchos factores. Segundo, una agresividad de la sociedad urbana hacia ellos, por considerarlos enemigos del medio ambiente, maltratadores animales o desprestigiar su función. Y tercero, la PAC es la última parte, porque crea un sistema ininteligible, burocrático, de una desconfianza radical. Impone un cuaderno digital que al resto de actividades no se le impone. No cabe duda que la digitalización es buena, por supuesto, pero por qué se le impone a los agricultores. Se hace por paternalismo, porque el sistema desconfía, creen que no son capaces de hacerlo por sí solos. Por desconfianza, quieren controlar hasta el último hito para que no se pasen, no contaminen, no maltraten animales y no hagan maldades. Esa idea urbana del agricultor como malvado ha sido la gota que ha colmado el vaso.
¿Cómo se logra el equilibrio entre el campo y la ciudad?
La ciudad mayoritariamente va a seguir siendo urbana y es que vaya a seguir creando relatos, imaginarios y leyes, pero debe ser consciente de que debe equilibrar sus valores de sostenibilidad. Hay que unir esas ideas al agricultor, o la despensa se va a poner a un precio prohibitivo. La propia ciudad, con su imaginario y sus limitaciones, restricciones y encarecimientos está haciendo que la despensa se vaya poniendo a precio absolutamente prohibitivo. El secreto de todo esto es el equilibrio, donde hay que tener una sociedad que sea sostenible, pero, por otra parte, una producción agraria que tiene que crecer. No se puede, como estamos haciendo en Europa, porque cada vez hay más personas y necesitamos más alimentos. Si decrecemos la producción, o los alimentos se encarecen o algunos van a pasar hambre.
¿Cree que la revuelta está influenciada por las elecciones europeas?
No es oportunista. Ya antes de la pandemia empezaron las primeras protestas porque el malestar es profundo, el empobrecimiento y la desconfianza muy palpable. Es verdad que es un año electoral y también tiene su influencia, pero fíjate, empezaron en enero o febrero. Si hubieran querido ser oportunistas, habrían salido en marzo. Yo creo que es el hartazgo, el no poder más.
¿Qué piensa de las protestas?
Los agricultores luchan por sus intereses, como es normal, pero al mismo tiempo la sociedad ve la oportunidad para su despensa. La idea de incorporar la despensa europea es muy importante y es lo que falta. No creo que haya oportunismo político en las manifestaciones de los agricultores, sino que nace de algo profundo y duradero.
Al incluir la despensa, ¿cree que esta revuelta podría llegar a las ciudades?
El que la sociedad sea consciente de que tenemos que preocuparnos de nuestra despensa y no dejarle la llave de nuestra despensa a terceros es importantísimo. La sociedad no termina de creerlo, porque nunca ha tenido un problema alimentario. Además, siempre se acostumbra a la alimentación buena, bonita y barata y en el supermercado de la esquina. Ella no ve que puede tener problemas. Pero ten en cuenta que las producciones agrarias, la mayoría de ellas, están retrocediendo. Cada año producimos en Europa menos de muchos productos. Si seguimos en esa vía se va a encarecer seguro, pero tarde o temprano podemos tener algún desajuste severo, no de algún producto puntualmente. En Europa la venganza del campo se llamará subida de precios. En países del tercer mundo se llamará crisis alimentaria.
El cálculo es que en esta provincia en torno al 10% del PIB depende del sector primario, sin embargo, la revuelta no ha sido tan agresiva o tan violenta como en otros territorios...
No conozco la intensidad de las manifestaciones, por lo tanto, no puedo hablar de ellas. Sí sé que Ciudad Real es una provincia con un gran potencial agrario y en algunos casos importantísimos a escala europea, como el vino. Todo lo que estamos hablando es de las cosas de comer y le afecta muchísimo. No cabe duda de que si no hay agricultura, no solamente vamos a tener un problema de ciudad con el precio de nuestra despensa, es que se va a continuar despoblando provincias. Por eso, todo lo que estamos hablando afecta mucho a la economía y a la población de Ciudad Real.
¿Cómo ve las guerras que hay entre los territorios por el agua?
Es un tema profundo, complejo, donde hay intereses claramente económicos, de población y también de imaginario; de algo muy ancestral, de la tierra. Es un tema que hay que tratar con mucho respeto. Me pregunto: ¿En un país donde sobra agua como España, y lo digo con voz alta, tiene sentido interconectar las cuentas para que cuando sobre un año aporte y cuando haga falta reciba? Claramente. ¿En un plan hidrológico, Castilla-La Mancha gana? Gana porque solo dará agua cuando le sobre y recibirá cuando le falte. Esto es tan fácil de comprender. Los temores de todo el mundo hace que estemos bloqueados. La idea no es quitarle el agua a Castilla-La Mancha, como dicen algunos. No va de eso, es que cuando sobre, darla y cuando haga falta, recibirla. Yo soy partidario claramente de la gestión hidráulica de España. Debemos avanzar en un anillo de seguridad, como en la energía eléctrica. Hay zonas que producen y cuando hace falta reciben, están interconectadas. La idea de un plan hidrológico es dar la que sobre sólo cuando sobre y recibir cuando falte. A día de hoy todavía eso está lejos en el debate, pero yo mantengo que eso es bueno.
¿Cómo tiene que proyectarse un agricultor para recuperar esa imagen que se ha perdido?
Los agricultores, como es normal, tenemos que hacer un esfuerzo de comunicación muy importante, pero a veces lo han hecho, cuando la alimentación era invisible no se le da mucha importancia. El agricultor tiene que mostrar el esfuerzo que hace en eficiencia, en ahorro de agua, pero la sociedad debe ser consciente de que tenemos que buscar ese equilibrio o al final va a ser la cesta de la compra la que vuelva a la mirada de la sociedad. Yo creo que los agricultores no quieren que se busque la venganza del campo, quieren tener un precio razonable, una renta justa, tener prestigio social y apostar por la tecnología, pero no es fácil todavía que la sociedad vea esto.