Profeso una debilidad reconocida e incurable por los tebeos. Algunos de mis momentos más felices fueron, son y serán en compañía de un cómic. Tintín, Iznogud, Blake y Mortimer, Criminal, Black Sad… la lista es interminable.
Comprar una novela, poemario, ensayo, un libro de historia… me gusta y me estimula, pero ir a una tienda de cómics, rastrear la sección de cómics de una librería, y ya no digo encontrarme en un puesto callejero tebeos, para mí son palabras mayores.
Los cómics no solo se (h)ojean, sino que se palpan, se acarician, se visualizan y se seleccionan con un ritual de emoción y sensibilidad especial, porque esa sensación de encontrar un Patomas que no pudiste comprar en tu niñez, de acercarte al último Mortadelo del maestro Ibáñez o toparte con la penúltima revisión de Corto Maltés de Canales y Pellejero provocan una carga emocional incomparable.
Reivindico para los tebeos la consideración de Arte a la altura de cualquiera y disfruto tanto saboreando una película, un cuadro, una buena novela, como sumergiéndome en un buen tebeo o novela gráfica.
Me produce especial alegría que Toledo concrete lo que ojalá se consolide como cita ineludible y recurrente. Una feria del cómic que esperábamos desde siempre en la capital regional, una ciudad austera en la celebración de ferias, quizá por nuestro carácter, quizá por su cercanía a Madrid, pero que con el Matsuri y, sobre todo con esta Feria, proyecta el foco cultural hacia el no siempre suficientemente ponderado noveno arte.
Detrás de un buen cómic hay un trabajo muy serio de escritura, guion, dibujo, entintado, maquetado, venta y distribución que hay que reseñar y alabar.
En el Toledo Comic Fest nos van a hablar de cómo iniciarse en el diseño de un cómic. De la necesidad de tener conocimientos de perspectiva, puntos de fuga y anatomía para dibujar un cuerpo, situar cada músculo, cada nervio que se crispa o se retuerce en una escena de acción. De la necesidad de documentarse para contar una historia y dibujarla. De cotejar cómo estaba empedrada una calle, el estado de conservación de un monumento, el nombre de una calle, la forma de vestir o incluso el peinado de un personaje.
Ante un buen cómic uno viaja, se traslada, disfruta de historias, de lugares reales o imaginarios, pero también uno aprende y debe valorar.
No olvidemos la labor de Cascaborra, Serendipia… sus comics enseñan Historia de España sacando a la luz esas historias y personajes reales, imaginarios, ortodoxos o heterodoxos de los que siempre se nos ha dado tan mal sacar pecho o visibilizar por nuestros complejos, ignorancia, desdén enciclopédico y luchas cainitas, tantas veces interesadas. Labor que se concreta en tebeos absolutamente recomendables para conocer y conocernos sobre el saqueo de Roma, Miguel Hernández, Clara Campoamor, Hernán Pérez del Pulgar… o ese milagro toledano de los hermanos del Viso que es "Roger Rojas y la mesa del Rey Salomón".
Toledo, Zocodover, 26 al 28 de abril. Gracias a los artífices. No falten o se arrepentirán.