"Sigo en activo por salud mental, vocación y autoestima"

Manuel Espadas
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"Sigo en activo por salud mental, vocación y autoestima" - Foto: Tomás Fernández de Moya

La docencia es un ámbito en el que son frecuentes los casos de trabajadores que se mantienen en activo por voluntad propia, especialmente en la enseñanza universitaria. El sistema les ofrece la posibilidad seguir ejerciendo hasta los 70 años, y más allá de esa edad se puede solicitar a la Universidad acogerse a la figura de 'profesor emérito' dos años más.

Juan Ramón de Páramo Argüelles es director del Instituto de Resolución de Conflictos y catedrático de Filosofía del Derecho, y a sus 67 años sigue ejerciendo como profesor en el Campus de Ciudad Real. Nacido y residente en Madrid, no ha dudado en retrasar su jubilación, pese a que ello le suponga seguir subiéndose al AVE por las mañanas. Lo hace desde que en 1991, cuando era profesor de la Universidad Complutense, promocionó para ocupar la cátedra que se creaba en la entonces joven Universidad de Castilla-La Mancha. Como a él le gusta decir, su desplazamiento laboral es de su casa a la estación de Atocha, y ahí, cuando se sube a su tren, es como si se sentara en su despacho para empezar la jornada.

A este ajetreo diario de viajes entre Madrid y Ciudad Real añade los desplazamientos con motivo de algún congreso, conferencia o publicación, y con destinos tan lejanos como Sudamérica. Una frenética actividad a la que podría haber puesto fin hace dos años.

En su caso, el motivo de mantenerse en activo es estrictamente personal. «Sigo porque me siento muy a gusto, con lo que hago, con la gente con la que trabajo, tanto profesores como el personal de la administración. Además, seguir en contacto con los alumnos es un modo de mantenerme conectado a la realidad, es un privilegio», resume el profesor. Todo esto se traduce también en un beneficio físico, de «salud mental». Por ello, desde su familia no solo respetan su decisión, sino que le animan a seguir, siempre que siga disfrutando.

Juan Ramón de Páramo reconoce que no en todos los sectores laborales uno puede tener la suerte de disfrutar de su trabajo tanto como para 'reengancharse' más allá de los 65 años. «Si en vez de profesor fuera abogado, posiblemente estaría ahora viviendo en una casa en el Mediterráneo y mirando al mar», reconoce sonriendo. Confiesa que él tiene la posibilidad de «flexibilizar» su dedicación, renunciando ya a actividades no lectivas.

En cualquier caso, insiste en que seguir poniéndose delante del alumnado para hablar de Derecho es algo que le «motiva, activa y estimula». Por ello, su intención es seguir dando clases hasta los 70 años, «por salud mental, vocación y autoestima», y asumiendo esa «tremenda responsabilidad» que supone poder influir en los jóvenes estudiantes que pasan por sus aulas. Admite que la experiencia de un profesor veterano puede ser un valor añadido, aunque siempre que ese profesor sea bueno y se mantenga actualizado. Porque, como matiza, «no es lo mismo convertirse en un viejo profesor que un profesor viejo». En este sentido, agradece la «comprensión» de los jóvenes en su complicado proceso de adaptación a las nuevas tecnologías.