«En Valdepeñas pasé una época maravillosa, de no parar»

M. E
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Juan Gómez-Cornejo, veterano y reconocido profesional de la iluminación escénica, agradece con «orgullo y honor» su nombramiento como Hijo Predilecto de la localidad

«En Valdepeñas pasé una época maravillosa, de no parar»

Hace una semana, el espacio público Plaza Bodegas A7 acogió el acto institucional de las Fiestas de la Vendimia y el Vino de Valdepeñas, y uno de los grandes protagonistas del momento fue Juan Gómez-Cornejo, que tuvo el honor de ser nombrado Hijo Predilecto de la localidad que le vio nacer hace 67 años. De esta forma, quedaba saldada una 'deuda' con una persona que, aunque siempre entre bambalinas y fuera de los escenarios, es de las más laureadas y reconocidas en el mundo del teatro, en concreto en el ámbito de la iluminación artística.

Esta distinción en su propio pueblo viene a redondear un año 2024 inolvidable para él, ya que le ha sido concedida la prestigiosa Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, que otorga el Gobierno de España a propuesta del Ministerio de Cultura. Galardón que se suman a los muchos que ya atesora después de más de cuatro décadas de profesión, como el Premio Nacional de Teatro (2011), la Medalla al Mérito Cultural en las Artes Escénicas y la Música de Castilla-La Mancha (2017) o la Medalla de las Bellas Artes Gregorio Prieto (2010).

Aunque dejaba Valdepeñas con 19 años para estudiar Magisterio en Madrid, Juan Gómez-Cornejo siempre ha conservado su vínculo con su ciudad natal, sintiéndose un valdepeñero de pura cepa, aunque desde la distancia. Por ello, recibe este nombramiento como Hijo Predilecto con «mucho orgullo, feliz, con mucho honor y muy agradecido».

Mantiene su casa familiar en Valdepeñas, donde sus padres, con mucha humildad y esfuerzo, le criaron a él y a sus hermanos, junto a la ermita de San Marcos. Siempre que puede y le permiten sus obligaciones profesionales regresa con los suyos, junto a su hijo, al que le está inculcando ese orgullo de tener sangre valdepeñera corriendo por sus venas.

un niño feliz. Su infancia y juventud aquí fue inolvidable. Recuerda ser «un niño feliz», tanto en el colegio como después en el instituto, pese a que coincidió con una etapa muy convulsa en la política nacional. «Fueron unos años de aprendizaje de vida y social», afirma. Precisamente allí, en el instituto Bernardo Balbuena, fue donde el teatro se coló en su cabeza gracias a unos «maravillosos» profesores de literatura. Enseguida fue un mundo que le atrajo, tanto que a su llegada a Madrid no tardó en empezar a trabajar, también para poder pagarse los estudios para ser maestro. La iluminación se cruzaba por su vida, primero en la histórica sala Olimpia de Lavapiés, y después en un sinfín de teatros más. «La iluminación empezó como una afición y se convirtió en una profesión», resume Gómez-Cornejo, que tuvo que ejercer de autodidacta ante la ausencia de una formación reglada: «Aprendí sobre las tablas, trabajando, observando a otros iluminadores, haciendo cursos y seminarios, y dedicándole mucho tiempo y mucha pasión».

Han sido muchos años fuera, pero sin olvidarse de su querida Valdepeñas, de la que tiene su mente y alma plagada de recuerdos y emociones. Como cuando, en época de vendimia, siega o aceituna, acompañaba a su padre en el carro tirado por las mulas y veía amanecer, «con ese cielo manchego que me cautivó a mí y que cautivó a tantos pintores. Era algo muy especial, fue una época maravillosa, de no parar».  

Tiene el honor de haberse convertido en el primer profesional de la iluminación escénica que recibe la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, y desde esa autorizada atalaya insta a la administración que implante en España la formación oficial en iluminación artística. Mientras tanto, aconseja a los jóvenes que puedan estar interesados en este arte que viajen a países como Francia, Inglaterra o Estados Unidos para formarse allí.

Y como no podía ser de otro modo, en su casa nunca falta una botella de vino de Valdepeñas, «maltratado antiguamente y ahora mucho más valorado».

Ahora, Juan Gómez-Cornejo, en casa, recibe el cariño de los suyos, tremendamente agradecido y orgulloso.