José Canales Duque tiene 67 años. Trabajaba como funcionario en la Tesorería de la Seguridad Social y, después de acumular 35 años cotizados, pudo optar por la jubilación cuando cumplió los sesenta. Sin embargo, se mantuvo en su puesto de trabajo hasta los 64, y siempre vinculado al sindicato CSIF. Fue a esa edad cuando pasó a convertirse en trabajador liberado sindical a tiempo completo, situación en la que se mantiene en la actualidad. ¿Hasta cuándo? Probablemente hasta el mes de junio, cuando apostará por un descanso total y, después de tantos años, merecido.
José Canales se describe como un «reincidente» a la hora de retrasar su jubilación. Y es que el suyo es un caso especial de trabajador que aplaza ese momento para mantenerse en activo. Han sido dos razones de peso las que le han llevado a tomar estas decisiones. La primera es de índole familiar y la idoneidad de «sincronizar» su jubilación con la de su mujer. Yla otra obedece más a un sentido de responsabilidad con sus compañeros en el sindicato.
«Cuando tuve la ocasión de jubilarme no lo hice porque a mi mujer le faltaban seis años para su jubilación. Decidí seguir porque me encontraba bien y prefería hacer coincidir ese momento con el de mi esposa», relata Canales, que reconoce que en el caso de otras personas de su edad las razones para seguir en activo pueden ser también económicas o relacionadas con el tipo de trabajo y la exigencia y el estrés que provoque el mismo.
Aunque su mujer ya se jubiló el año pasado, este funcionario liberado sindical decidió alargar su situación de actividad unos meses más, hasta junio de 2023, para ayudar en las labores del sindicato para preparar un periodo electoral en el que su experiencia será fundamental. «Lo hago por responsabilidad con el sindicato y por respeto hacia mis compañeros, que van a afrontar estos meses un incremento en la carga de trabajo».