Dicen que se empieza con los porros, mentira. Se empieza con el tabaco y con el alcohol». En concreto, en la adolescencia, a los 14 años. En ese punto, Javi comenzó una caída que iba a durar casi toda su vida. Él es uno de los usuarios de Proyecto Hombre y que muestra que el método funciona, que el trabajo diario sirve para salir de las drogas, incluso para una persona que se ha pasado más de media vida consumiendo y también casi media vida entrando y saliendo de la cárcel. Su historia es quizás la más dura y más esperanzadora de Proyecto Hombre en Ciudad Real, que en estos doce meses ha trabajado con más de un centenar de personas, muchos de ellos adolescentes, que van en ascenso, y con Javier, colaborando con ellos, como voluntario, para ayudarles a poner a punto la sede en la capital, ubicada en la avenida de Pío XII.
Javier pasó del alcohol a los porros. De ahí, con la gente del barrio del Pilar, «para parecer mayores, porque los mayores consumían cocaína» empezó a machacar unas pastillas que llevan el componente de la burundanga y las esnifaban porque no tenían dinero para cocaína. «Al día siguiente, a lo mejor, acababas en comisaría y no sabías ni por qué estabas allí». La mili fue su último paso, estuvo tres años, y fue la primera vez que consumió cocaína y heroína, el conocido rebujito, fumado en papel de plata. «Cuando volví, me junté con lo peor, y empezamos a delinquir», sacando un dinero que dedicaba a la droga. «A mí me han preguntado: Javi, con el dinero que te has gastado en droga, ¿te podrías haber comprado un piso? Le he dicho, no, me podría haber comprado el edificio entero».
Herrera y Proyecto Hombre.
«La primera vez que llegué a Proyecto Hombre fue en el 2010». Entonces estaba en Herrera de La Mancha, donde cumplía una condena de 16 años y 10 meses por una sucesión de atracos. Tras una década en la cárcel, sin dejar de consumir, optó por apuntarse, «casi obligado», con la idea de obtener un permiso. La segunda vez que llegó, en 2016, fue por voluntad propia, cuando volvió a entrar en la cárcel, y, entonces sí pudo salir de la droga y del círculo en el que llevaba toda su vida. Este abril hará 54 años y solo en 24 de ellos ha estado limpio.
Dejar la droga sin mirar atrás - Foto: Rueda VillaverdeCuando observa, desde el presente su vida, señala que mucho de lo que se metía era por integrarse en un grupo, incluso en la mili. «Yo al principio la rechazaba, porque me daba mucho miedo, pero lo haces solamente por estar integrado con gente». Mientras, piensa en las secuelas, con la boca echada a perder por la heroína y la cabeza por la cocaína. «Ahora estoy recuperando un poco la capacidad de dialogar, de comprensión».
¿Qué le diría a Javi adolescente, al que empezó a beber y fumar? «Que no cambie, porque era muy buen estudiante, hasta tal punto de que yo sacaba un 9 y medio y me iba llorando en mi casa». Ese es el punto de inflexión, porque «las malas compañías no son todo, al final uno mismo es el que tiene que decir no». Una negativa de inicio evita andar un camino, luego «sigues una línea recta en la que ya no hay problemas por seguir consumiendo». «No era consciente de que fuera tan adictivo» y reconoce que toda la información que hay ahora no existía en los años 80, cuando inició su camino.
Futuro.
«¿Me arrepiento? Pues no, porque todo lo que he hecho me ha llevado a donde estoy ahora, a lo que soy ahora», indica. Y ahora es feliz con lo que tiene su casa, su pareja y su trabajo, aunque, haya tenido que dejarlo apartado, porque el pasado le alcanzó hace unos meses y una multa no pagada le hizo estar varios meses de vuelta al tercer grado.
Dejar la droga sin mirar atrás - Foto: Rueda VillaverdeComo voluntario, colabora en la sede y también observa a los adolescentes que acuden a Proyecto Hombre, con edades similares a la que tenía cuando empezó a consumir. «El otro día estuve aquí con dos chavalillos, que tenían, a lo mejor, 17 o 18 años. Les dije que el primer paso que den no les va a llevar a donde quieren ir, pero les va a sacar de donde estaban. El primer paso es venir aquí».