Una vida después de tres años sin bombas

Hilario L. Muñoz
-

La vida de Oksana en Ucrania era cómoda, con un buen empleo como ingeniera eléctrica, con sus padres cerca de casa. Un entorno idílico que se rompió cuando una noche escuchó las bombas

Una vida tras tres años sin bombas - Foto: Rueda Villaverde

En su Kiev natal, Oksana Butkovska escuchó historias sobre Ciudad Real por su marido. Él fue uno de esos niños que visitó la provincia de la mano de Crean, la ONG que ha traído a miles de menores a pasar el verano lejos de la zona de influencia de Chernóbil. Pese a lo que él le contaba, ella jamás soñó con dejar su país. Su vida en Ucrania era cómoda, con un buen empleo como ingeniera eléctrica, con sus padres cerca de casa. Un entorno idílico que se rompió cuando una noche escuchó las bombas. «El primer bombardeo fue cerca de mi casa, a 15 minutos andando», por lo que decidió dirigirse a una vivienda de sus padres en el campo. Allí, tras «una semana en el sótano», no podía aguantar más la vida en guerra, el temor constante, y junto a una amiga que tenía un bebé de 10 meses emprendieron un viaje que les llevó a Ciudad Real, a dónde llegaron el 12 de marzo.

Ellas son dos de las ucranianas que llegaron en un autobús fletado por Crean, el primero que envió y en el que llegaron 58 personas que primero se quedaron en familias y que, después, como Oksana, algunos pidieron la Protección Internacional, la figura que les da acceso a los derechos como ciudadanos a estos refugiados. Ella lo hizo, buscando en internet dónde aprender un idioma, hasta que llegó a Cruz Roja y sus cursos y solicitó la protección. 

«Pensaba que venía para dos o tres semanas», relata, «solo quería acompañar a mi amiga». Ella regresó dos meses después y Oksana inició su vida en Ciudad Real. Primero fue una vida «difícil», pero «a la vez divertida» en ocasiones. «Siempre he vivido en una ciudad grande y, de repente, he aprendido, que vivir en una ciudad pequeña es mejor», con alguna escapada para visitar Madrid. De hecho, unos meses antes de la guerra, ella y su marido planificaron una escapada a España. La idea era conocer la capital, Toledo y las ciudades grandes. Ella le preguntó por qué no ir a Ciudad Real y recordar su infancia. «Porque no había nada», le decía, pero ha visto el encanto de una ciudad pequeña. 

Oksana vive en Ciudad Real desde hace tres añosOksana vive en Ciudad Real desde hace tres años - Foto: Rueda Villaverde

Tres años después de aquel viaje, para unas semanas, cuenta con un empleo, en el mismo sector que en Ucrania, la ingeniería eléctrica. «Es casi lo mismo, con diferencias en la manera de trabajar», como que aquí solo desarrolla proyectos, cuando en Ucrania además tenía que pedir los permisos. «Cuando llegó la guerra se cortó todo de repente», recuerda sobre su anterior etapa laboral, luego regresó el empleo, pero es algo que no se plantea, volver a un antiguo puesto que recuerdo con cariño, porque su empresa se comprometió con sus trabajadores, llegando a pagarles un sueldo los primeros meses de conflicto, aunque no estuvieran trabajando. 

Más fotos:

Una vida tras tres años sin bombas
Una vida tras tres años sin bombas - Foto: Rueda Villaverde
Oksana vive en Ciudad Real desde hace tres años
Oksana vive en Ciudad Real desde hace tres años - Foto: Rueda Villaverde

También en este tiempo ha creado una comunidad con amigos y ha descubierto la vida del sur de Europa, su clima, «la seguridad» que hay en Ciudad Real y la felicidad que tiene la gente incluso cuando camina por la calle, algo que le sorprende. 
Mientras, piensa en la vida que queda en Ucrania, país que ha visitado en este tiempo, la última vez en enero del año pasado, cuando volvió a escuchar las bombas y se planteó cómo la gente puede vivir con ese temor constante. Allí acude a visitar, sobre todo, a sus padres, ella es hija única y le gusta ir a verlos. Ellos no quieren dejar su país y su madre, también ingeniera, tiene trabajo allí, mientras que su padre está jubilado. Como otros refugiados, aunque el conflicto acabe, no se plantea volver, ni siquiera si hubiera una paz definitiva. «La situación está muy inestable» y cree que siempre tendría «el miedo» a que el conflicto y las bombas vuelvan.