Una semana después de que el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, ofreciese explicaciones que no reconfortan a nadie en la comparecencia con la que se aferró al cargo esparciendo tinta de calamar, sin autocrítica y sin explicar por qué estuvo ilocalizable durante las horas críticas de la tragedia, la ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, brindó ayer similares dosis de excusas en el Congreso de los Diputados. Como ya hiciera durante su examen como candidata para comisaria europea, volvió a cargar toda la responsabilidad sobre la Generalitat por no haber advertido a tiempo sobre una avenida de agua nunca antes vista y se recreó en tratar de explicar lo que hizo más que en lo mucho que dejó de hacer antes y después de la riada.
Aquí nadie asume fallos, ni responsabilidades. No lo hace Mazón, pero tampoco Ribera, que se escondió tras el paso de la DANA para no comprometer su futuro europeo. Desaparecer después de un desastre natural que afecta de forma indiscutible a sus competencias no parece lo más apropiado, oportuno y ético. La sucesión de errores y la pasividad en las primeras horas de Mazón son imposibles de justificar, pero no tapan las responsabilidades que el Gobierno de Sánchez ha eludido, entre ellas la desidia del aviso de la Confederación Hidrográfica del Júcar sobre los riesgos de riada que se estaba formando en el barranco del Poyo. Tampoco antes nadie en el Ministerio de Ribera se acordó de abrir el cajón donde dormían el sueño de los justos las soluciones para invertir, prevenir y encauzar esos riesgos. 'A río revuelto, ganancia de pescadores' debió creerse Alberto Núñez Feijóo cuando empezó a poner en jaque toda la arquitectura institucional europea tratando de poner a Ribera donde ya está Mazón, contra las cuerdas. El líder de los populares, que debe acabar de decidir si dejarse llevar por los cantos de sirena de los que se funden y confunden con la derecha más populista y reaccionaria o defender los tradicionales y europeístas valores del PP, no resistió la tentación de desgastar a Pedro Sánchez, a costa de debilitar a Úrsula Von der Leyen y a la UE. Pero ha calculado mal y queda retratado ante su propia familia política europea. Su intento de conspiración de la mano de sus colegas conservadores alemanes está abocado al fracaso. Entre otras razones y vericuetos de la diplomacia continental, porque Sánchez se ha empleado a fondo para salvar a Ribera, volviendo a demostrar su capacidad para saltarse sus propias líneas rojas, chocando otra vez de frente con su hemeroteca al abrirse a romper el cordón sanitario en Europa apoyando a los candidatos de Meloni y Orbán si hubiese hecho falta.
Y mientras PP y PSOE siguen a sus grescas y a sus 'y tú más' y Mazón recluta a un teniente general retirado como nuevo vicepresidente para tratar de tapar su incompetencia, los vecinos de los municipios castigados por la riada siguen demostrando estar muy por encima de unos gobernantes absortos ante la creciente desafección ciudadana.