José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Militantes ministros

15/01/2025

No sé si el orden debería ser ese de militantes ministros, o el inverso de ministros militantes. Todo ello referido al movimiento final –por ahora, solo por ahora, movimiento final– de María Jesús Montero, ministra de Hacienda y vicepresidenta segunda del Gobierno de Pedro Sánchez, aterrizando en la sevillana calle de San Vicente, sede regional del PSOE de Andalucía, para iniciar la remontada en futuras y venideras elecciones, en 2027, y comandar la federación socialista más numerosa de España, tenida en otro tiempo como 'granero de votos', que hoy luce enflaquecida de ese apoyo electoral. De aquí que Lourdes Lucio, escriba en El País del 12 de enero sobre la «levantá» –en argot cofradiero, inteligible solo de Despeñaperros para abajo y muy poco a propósito de un partido laico– del PSOE-A, con la propuesta –larga mano de Ferraz-Moncloa, larga mano de Pedro Sánchez– para la candidatura de secretaria general andaluza, a la también vicesecretaria general del PSOE. Pero ese movimiento que desplaza y despeja al actual secretario general andaluz, Juan Espadas, del primer plano, no debe de impedirnos entender los otros movimientos de la tectónica de la organización socialista, cuando el mismo Espadas, hasta ayer mismo, sostenía su voluntad de presentarse a la reelección, que hoy ya decaído bajo el solo consuelo de dar impulso a una inexistente renovación.
Consistente la lógica precongresual en curso en varias federaciones, en el desplazamiento visible de ministros del gobierno en ejercicio a las cabezas regionales de la organización, como explicitan los movimientos de Valencia (Morant), Aragón (Alegría), Madrid (López), Canarias (Torres) y ahora Andalucía (Montero). Desplazamientos no solo como elementos de visibilidad y de rentabilidad de la proyección social que otorga un cargo ministerial, sino como elemento de control del poder central del secretario general-presidente de gobierno y que configura una cierta concepción del partido como prolongación del gobierno y como vía de adhesión personal y personalista. De aquí esa configuración del partido como el órgano de los ministros militantes, más que la de los militantes ministros, por más que se proclamen, como un mantra secular, que «son los militantes los que eligen a sus líderes» a través del proceso de primarias nominales. Si hasta hace poco se oía otro mantra repetitivo y reiterativo –pero nunca demostrado– de que «el PSOE era el partido que más se parecía a España», ahora, y tras todo el movimiento advertido con epicentro en Ferraz-Moncloa, habrá que reconocer que el PSOE y su dirigencia es el partido que más se parece al Consejo de Ministros. Y raras veces, por no decir nunca, el Consejo de Ministros se ha parecido a España.