Las Tablas de Daimiel sólo tienen inundadas 89 de las 1.750 hectáreas susceptibles de estarlo. El humedal manchego ofrece estos días unas imágenes desoladoras que inevitablemente recuerdan a los duros momentos vividos hace ahora una década, cuando la falta de agua ocasionó la desecación de las turberas del parque nacional y su posterior ignición. A la espera de que lleguen las ansiadas precipitaciones, este espacio protegido demanda la adopción de medidas extraordinarias para que no se vuelva a repetir aquel triste episodio. Unas actuaciones de urgencia que esta misma semana pueden empezar a activarse. La Comisión Mixta de Gestión de los Parques Nacionales de Castilla-La Mancha (Estado y Junta de Comunidades) se reunirá en unos días para debatir y aprobar, si procede, la solicitud de un trasvase desde el acueducto Tajo-Segura a Las Tablas para atender sus usos ambientales. Una decisión en la que tendrá la última palabra la Comisión Central de Explotación del Acueducto Tajo-Segura, que depende directamente del Ministerio para la Transición Ecológica. Se trata de una actuación de emergencia factible que ya se aprobó, por ejemplo, hace 12 años, cuando el humedal manchego tuvo solamente unas 15 hectáreas inundadas durante la mayor parte del año hidrológico 2006-2007. De hecho, los regantes murcianos, en una reunión de la Mesa del Agua celebrada a principios de septiembre, ya contemplaban el escenario de un corte en el suministro desde el Tajo al Levante para mandar hasta un máximo de 50 hectómetros a Las Tablas de Daimiel, con el fin de auxiliar al parque nacional. Si Transición Ecológica no autoriza el trasvase, el Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) de Las Tablas de Daimiel contempla otro escenario: la puesta en marcha de los pozos de sequía para suministro de recursos al humedal, con un volumen máximo anual de extracción de 10 hectómetros cúbicos. Una cantidad a la que se le podría añadir otros 2,2 hectómetros del propio parque, fruto de la compra de derechos de agua de las fincas colindantes. El grueso de estas adquisiciones se llevó a cabo entre 2001 y 2011. Esta medida, sin embargo, no serviría para mantener en un estado óptimo el ecosistema subacuático del parque, sino que sería una actuación de «supervivencia» para humedecer las turbas y que no ardan como en 2009. En este caso, la Comisión Mixta de Gestión de los Parques Nacionales de Castilla-La Mancha tendría que remitir la solicitud a la Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), que contempla esta opción en una situación de emergencia de la masa Mancha Occidental.
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A fecha 1 de octubre, el estado únicamente era de alerta (y de sequía no prolongada). En este escenario, el Plan de Sequía de la CHG, además de la «preparación» de puesta en marcha de los pozos y la «previsión» de suministro de recursos al parque desde el trasvase Tajo-Segura, contempla «una propuesta de ajuste de las extracciones de aguas subterráneas». En este sentido, el presidente de la Comunidad de Usuarios de Aguas Subterráneas (CUAS) Mancha Occidental I, Ángel Bellón, insiste en mantener las mismas dotaciones de agua para leñosos y herbáceos de cara a 2020, 1.500 y 2.000 metros cúbicos por hectárea, respectivamente. «Respetamos todas las opiniones, pero hay que ser cautos y esperar a ver cómo discurre el otoño», afirma para recordar que «otros años, con los niveles freáticos más bajos, se aprobó un plan de extracciones igual o más alto». La realidad actual, en lo que a Las Tablas se refiere, es que la pérdida de agua por evaporación y la ausencia de la descarga natural de agua, debido al descenso de los niveles freáticos del Acuífero 23 como consecuencia de la campaña de riego, han dejado en una delicada situación a este espacio protegido. Según indicó hace unos días el presidente de la Confederación, Samuel Moraleda, el vaciado del Acuífero ronda los 200 hectómetros cúbicos de septiembre de 2018 a septiembre de 2019. Un descenso que se añadiría al registrado ya en su último informe de finales del año 2018 del Instituto Geológico Minero de España (IGME), que apuntaba que ya existía un déficit de agua de 1.125 hectómetros cúbicos, al haber registrado las tres masas de agua que lo componen un descenso entre los años 1980 y 2018 de nueve metros sobre el que sería su nivel normal. Fuentes del parque consultadas por este diario confían en que los órganos competentes adopten con celeridad medidas que contribuyan a frenar un proceso de desecación en Las Tablas que recuerda al vivido hace una década. La ausencia de precipitaciones durante 2008 y 2009 agravó la situación del humedal, alcanzando ese último año la peor situación de las vividas hasta el momento. La falta de agua secó las turberas y posteriormente ardieron, siguiendo un proceso similar al ocurrido entre 1986 y 1990, pero esta vez el incendio se produjo en el corazón del parque nacional. Un ‘gran brasero’ bajo la tierra provocó que la temperatura ascendiera hasta los 220 grados. Con motivo de esta sequía se activaron medidas como la ejecución de nuevos pozos para abastecimiento a poblaciones y la construcción, en 2009, de una batería de pozos en el perímetros del parque nacional para mantener la superficie encharcada en periodos de sequía prolongada.