Los abogados que cambiaron España. Ochenta años de historia de los letrados y juristas que contribuyeron a la democracia’, del periodista Fernando Jáuregui, es un exhaustivo repaso a todos los abogados que lucharon desde los primeros años de la dictadura para que el país volviera al imperio de la ley y se convirtiera en un estado de Derecho, ocupando su lugar entre las democracias del mundo. El libro, de la editorial Almuzara, se presentó en Toledo esta semana y su conclusión es tajante: «Los abogados españoles están perfectamente preparados para afrontar el futuro».
¿De dónde surgió la idea?
Me lo pidió el Consejo General de la Abogacía y me pareció un tema muy atractivo. Tanto la lucha contra el Franquismo como la Transición han sido protagonizadas por abogados y eso no se puede desconocer.
¿Qué conclusiones se pueden extraer de su lectura?
Pido una consideración del Derecho más integrada y que los profesionales del Derecho intervengan en la evolución de las leyes hacia una mayor democracia. No puede ser que en España nos encontremos cada día con una realidad que no está contemplada en las leyes. Si hay que dejar que los políticos presos se presenten o no o si la prisión provisional debe prologarse durante tanto tiempo u otro, son algunos ejemplos. España no puede ser el país en el que haya un mayor desfase entre sus leyes y la realidad.
¿Pide entonces que el abogado o jurista tenga mayor peso a la hora de redactar nuevas leyes?
A los colegios de abogados habría que consultarlos, igual que al Consejo General de la Abogacía y a las asociaciones de jueces. Estamos todos callados ante una situación absolutamente indeseable. Lo de Cataluña lo que ha hecho ha sido involucionar a la sociedad y a sus representantes hasta extremos inconcebibles. Cualquiera que se pasee por las calles de Cataluña puede ver que se está separando a Cataluña del resto de España cada día más.
En el problema catalán, ¿cree que los políticos se han entrometido más de la cuenta?
No se está llevando políticamente bien ni en aquel lado del Ebro ni aquí. Estamos cometiendo errores de bulto. Hubiera pedido, precisamente al contrario, más política y menos judicialización. El juez está obligado a interpretar la ley y no entiende de coyunturas. En el libro cito una frase de Espinosa que dice que ‘Cuando no se puede aplicar la ley es mejor no hacerlo, aunque de ello se derive algunos males’. Quizá habría que pensar en no aplicar siempre la Summa Lex, hágase la justicia y que perezca el mundo que decía un rey de Baviera y que fue corregida por Hobbes muy bien: ‘Hágase justicia para que no perezca el mundo’. En estos debates deben entrar los abogados, juristas y catedráticos.
¿Lo ve posible?
Si quieren sí, todo es posible, basta con querer. Pero si no se quiere y la sociedad no lo exige, pues mal.
¿Cree que otras leyes también están desfasadas, por ejemplo en el caso de ‘La Manada’?
Hay que dar un salto en materia social, sin duda. En materia de violencia de género y de exclusión social. Habría que hacer un gran pacto nacional contra la exclusión social. Hay ocho millones de españoles en exclusión social. Y no hemos oído a nuestros políticos hablar de ello en campaña electoral. Igual que se ha hecho un pacto de estado contra la violencia de género, también habría que hacerlo contra la exclusión social y que España deje de ser el país más injusto de Europa. También, por ejemplo, un pacto a favor de la discapacidad, ya que dentro de 10 años todos seremos un poco más discapacitados que ahora.
Volviendo al libro, ¿cómo era ser abogado en 1939?
En las guerras civiles siempre hay dos víctimas. La primera es la verdad y la segunda es el derecho. Ahora cuesta recordarlo pero en 1939 los tribunales militares no tenían idea de Derecho ni falta que les hacía, había jurisdicciones especiales para culparte de lo que fuese y se fusiló a no se cuánta gente en los paredones. El vencedor no solo cuenta la historia como quiere sino que elimina las pruebas que le incriminan. Aquí murieron miles de personas de hambre en las cárceles como le ocurrió al poeta Miguel Hernández. Ser abogado en esos momentos en los que lo máximo que te permitían era asesorar al defensor militar en las causas de los juicios militares era casi heroico. El libro homenajea a una serie de abogados, básicamente del Partido Comunista al principio, aunque luego se incorporaron abogados socialistas, liberados, democristianos, gente de buena voluntad sin más, pero esa gente se la jugó mucho. Ahora abogo porque haya una mayor participación de los profesionales del Derecho en los temas que atañen al Derecho, que son todos. Prefiero un país que dependa de abogados y juristas que de militares o economistas.
¿A qué retos se enfrenta ahora la Abogacía en el siglo XXI?
Ahora ya no tienes que estudiar grandes códigos legales, aprietas un botón y lo tienes. El derecho ya no es derecho nacional, sino comunitario como mínimo o internacional. Esto ha cambiado y ese reto no se ha asumido todavía con la suficiente fuerza.
¿La profesión de abogado está denostada?
Sí. Admiro mucho la profesión y creo que ha hecho mucho más bien que mal, pero también que hay un afán desmedido por ganar dinero y hacerse con una serie de prebendas. Existen despachos de influencias y esa crítica hay que hacerla también. Algunos de los grandes despachos no se dedican lo suficiente a ayudar a la gente que lo necesita. La profesión de abogado tiene que contribuir a paliar los males que causan una legislación, jurisprudencia y costumbres inadecuadas, y no dedicarse tanto a querer ganar dinero, que es muy legítimo pero solamente ganar dinero no vale.
¿Deberían hacer autocrítica?
Creo que la justicia no es igual para ricos que para pobres. En el libro homenajeo a los abogados que han cambiado España, no a los que no lo han querido cambiar.
Aún así comenta en el libro que la abogacía está preparada para el mundo del siglo XXI.
Hay una revolución que tenemos pendiente que pasa por la educación, que es un tema en el que me he especializado y pasa por entender que el 60% de los chicos que están ahora estudiando van a desempeñar puestos de trabajo que aún no se han inventado. Lo que tenemos que hacer es poner a la sociedad en orden de combate para lo desconocido, para el mundo de la robótica o el de los vehículos autónomos que van a desplazar muchos empleos y eso implica una nueva normativa legal. Los robots, ¿tienen que pagar impuestos?, ¿el vehículo sin conductor hasta qué punto es penalmente culpable en un accidente? Todo está cambiando y ninguna sociedad está preparada para competir con la velocidad de la tecnología. Nos ha ganado. Hay abogados especialistas en Internet, en protección de datos poco a poco, pero ¿cuánto han tardado desde que se conocen los casos más escandalosos? Todo eso exige abogados y profesionales especializados, nuevos estudios de Derecho y nuevos másteres.