Producciones 099 da los últimos toques a su nuevo montaje Frankestein, que a través del personaje creado por Mary Shelley plantea una fábula sobre el acoso al diferente que enlaza con la masacre ocurrida en el Escuela de Columbine (Colorado, EEUU) en abril de 1999.
El productor y actor de este montaje, Aníbal Fernández Laespada, que comparte escenario con Pilar Hernández, detalla en una conversación con La Tribuna que este proyecto se venía gestando desde hace año y medio, dentro de la línea marcada en la compañía daimieleña para dar un matiz eminentemente social a sus producciones. Así, «una reflexión sobre el desprecio al diferente y el acoso que sufren», dio lugar «a una simbología de la que surge Frankestein, un ser que se ha construido a partir de trozos de muertos».
Fernández subraya que en la conocida novela romántica, «el que construye el monstruo es el doctor» y del mismo modo, «hoy en día, quien construye los monstruos es la sociedad».
Una vez que la compañía tuvo claras las características del proyecto, el productor se puso en contacto con Tomás Afán, el escritor jienense que se ha convertido en el dramaturgo de cabecera de Producciones 099, quien «conectó con el espíritu que queríamos darle a la obra desde el primer borrador», recuerda el productor, quien subraya la gran calidad del texto sobre el que están trabajando en los ensayos.
Estos ensayos comenzaron en la localidad canaria de San Nicolás, donde reside el director más habitual en los montajes de la compañía daimieleña, Carlos Alonso Callero, y se desarrollaron a lo largo del verano, y actualmente se está rematando en el Gran Teatro de Daimiel, gracias al Ayuntamiento de esta localidad, que ayer acogió una función especial para estudiantes de Secundaria.
El productor destaca que toda la obra se aborda desde el amor, para lo que ha sido fundamental una revisión cuidadosa de la obra de Mary Shelley, claro que lo que en la obra literaria es una relación entre un monstruo y una niña, en la propuesta teatral se convierte en la relación con una chica.
Pero en este caso, el personaje femenino se sitúa junto a ese amigo diferente y a partir del amor le ayuda a ser aceptado y aceptarse. Una reflexión que Fernández matiza como tomada de Mary Shelley.
Se plantea la cuestión de cómo el considerado diferente sufre por el trato que recibe de la sociedad que le rodea, hasta que en un momento determinado «algo salta» y surge el monstruo.