Estar en la cárcel supone perder el derecho a circular libre, pero no a la cultura». De este modo explica César, uno de los reclusos del Centro Penitenciario de Alcázar de San Juan, los motivos por los que esta semana acudía a una charla divulgativa sobre música en el salón de actos de la prisión. César y una treintena de presos cantaron, tocaron instrumentos y durante más de una hora aprendieron con el profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, Juan José Pastor, encargado de hablar sobre la Música: el camino invisible de las emociones. «Soy profesor de Educación y la divulgación es importante porque forma parte de algo que nadie debe abandonar: la educación permanente», que, para Pastor, es «un derecho» más de todas las personas.
La charla a la que acudía César forma parte de la iniciativa Divulgación en Prisión: Una ventana abierta a la ciencia, un proyecto piloto dirigido por la catedrática de Derecho Penal Cristina Rodríguez, con el apoyo del Ministerio de Ciencia, a través de Fecyt, y de la UCLM, con su Unidad de Cultura Científica. La idea es que ese ámbito de la divulgación científica que va ganando terrenos, con charlas en las calles, en los bares o en los parques, tenga también su espacio dentro de las prisiones, algo que aún no se había programado en Castilla-La Mancha.
El objetivo es doble, ya que se abre «una puerta a la cultura» en la cárcel, pero también implica dar a conocer la realidad de las prisiones a una serie de profesores universitarios que no suelen entrar en ellas. De este modo, pueden ver de cerca un mundo que muchas veces se piensa desde «los tabúes y los estereotipos». La directora del proyecto, Cristina Rodríguez, recuerda que al contrario de lo que pueda parecer, «los centros penitenciarios están abiertos al exterior», bien con las prácticas de los estudiantes de Derecho o de Educación, o bien con las ONG, y el voluntariado. El cambio en esta iniciativa es que no sean solo los alumnos de la UCLM los que se eduquen al entrar en la cárcel, sino también los presos, los que se lleven algo de ese encuentro.
Abrir una ventana a la ciencia desde la cárcel - Foto: Rueda VillaverdeCristina Rodríguez ha programado 12 charlas en los cuatro centros penitenciarios de Castilla-La Mancha. Además de Alcázar, han participado las prisiones de Albacete, Cuenca, Ocaña y Herrera. Entre 20 y 30 presos han participado en cada una, con un número que ha ido creciendo en la segunda o tercera visita de los profesionales de la UCLM a la prisión, señaló Míriam Pérez, la subdirectora de Tratamiento del centro alcazareño.
La cárcel de Alcázar de San Juan tiene como particularidad el porcentaje de presos que superan los 65 años y aquellos que tienen más de 60 y pluripatologías. Estos internos mayores suponen un tercio de los 72 que hay actualmente, nueve con control telemático en una de las prisiones más pequeñas que hay en España. Buena parte de este proyecto piloto se ha centrado en ella, incluyendo una salida de campo, al volcán de Cerro Gordo, acompañados por Rafael Ubaldo, del grupo Geovol, para ver sobre el terreno lo que aprendieron en un encuentro sobre vulcanismo. Pérez recordó que la actividad es enriquecedora para los internos y los profesores que han preparado las charlas, sabiendo que «no es lo mismo hablar para un público que conoce el tema que ante gente que no sabe».
«Nos dan un voto de confianza al venir a estas charlas», recordó Alejandro, otro de los internos que estuvo en la charla de la UCLM, quien señala que durante un rato salen del patio y tienen «una vía de escape» de la rutina que hay tras los muros de la prisión. Mientras, César explica que por lo que ha vivido en las prisiones existen tres tipos de presos. Por una parte, están los que «acaban de entrar y están pensando en la que van a liar al salir». Luego se encuentran los que llegan «enganchados» a la droga y que no tienen ningún interés. Por último, están los que llevan «ya tiempo» y «se dan cuenta de que esto no es vida» y empiezan a ampliar su horizonte, buscando aquello que cambie su rutina. Estos últimos son los que acuden a las charlas y luego van «a la biblioteca» a ampliar conocimientos, comentó la subdirectora o hablan con «su mujer» sobre ese cambio en la rutina que supone la charla, como ha hecho César. «Todas las actividades encaminadas a enriquecer y fortalecer sus debilidades son bienvenidas», sobre todo cuando se trata de acciones encaminadas al ámbito de la educación.
Abrir una ventana a la ciencia desde la cárcel - Foto: Rueda VillaverdePastor, que estuvo acompañado por los investigadores predoctorales Javier Benito, María Teresa Navarro y Jonathan Rodríguez, comenzó con ritmo de Fito & los Fitipaldis a cambiar la rutina por una tarde. Tocando una canción y con los presos cantando se creó un clima de confianza para iniciar una charla en la que se habló sobre el sonido, sobre cómo se crea la música y se abrió una reflexión sobre el silencio, entre preguntas de los internos, sobre bebés o la sordera, y algún interno que acompañó al cante al profesor de la UCLM. «Esta es la primera vez que traemos música dentro de la prisión», explicó Pastor, quien ya había participado en alguna actividad con estudiantes de facultad de Educación en una cárcel para otro tipo de iniciativas. «La idea era transmitir el hecho de que la música es un cauce para expresar emociones y nos sirve para pensar, relajarnos y reflexionar».
«Nunca en mi vida había estado en la cárcel y no me hacía a la idea de cómo eran», comentaba Navarro, quien considera «interesante e importante» el que se haya traído la música a los internos porque es «una forma de mostrar nuestros sentimientos» y cree que en la cárcel es donde «más sentimientos pueden tener ahora».
«El balance por la universidad es enriquecedor» de estos encuentros que concluirán el próximo 30 de junio con una de las charlas en la prisión de Ocaña. La intención es volver a repetir estos encuentros el próximo año, explicó Rodríguez, para que ese derecho a la cultura científica llegue a las cárceles.