Una mujer real que destacó como cantante de ópera en el siglo XVII en la corte de Luis XIV, pero que también fue una consumada duelista y una aventurera incansable, Julia d’Aubigny, es el epicentro de la novela La voz y la espada, de la autora madrileña Vic Echegoyen, que ayer se presentó en la Librería Serendipia.
En una conversación con La Tribuna, Echegoyen señala que Julia d’Aubigny «en su época fue muy famosa y luego cayó en el olvido, pero en el mundo de la ópera la gente conoce su nombre, tenía una voz muy especial, se escribían partituras para ella. Como tengo algunos parientes que trabajan en la ópera, mi madre es directora de escena y mi padrastro era cantante, tenía esa referencia en casa», reconoció.
De esta forma, cuando estaba buscando un personaje en el que centrar su segunda novela (El lirio de fuego, fue la primera) «me fijé en ella, empecé a investigar un poco y me dije: ‘tengo que hablar de esta señora’».
Echegoyen considera a esta contralto, la primera conocida en el mundo de la ópera, un personaje más allá de cualquier catalogación, «era un poco la Quijote de su tiempo, rompiendo todas las leyes y todos los moldes».
De todos modos, la autora advierte que la investigación sobre D’Aubigny no fue excesivamente complicada, puesto que abundan las referencias «en la documentación de los compositores de ópera de su tiempo y de la gente de la que rodeaba en la corte», además de que también «hay cartas en archivos, fui a los sitios donde ella había vivido», a lo que se suma que por su trabajo en Bruselas «allí pude investigar muchísimo y buscar también las cartas y partituras que se conservan».
Esto incluye también «los aspectos más escandalosos» (travestismo, uso de diferentes identidades), que era los que se recogían en las crónicas. En el caso de Julia d’Aubigny fue el hecho de que «conocía a bandidos de los que todo el mundo hablaba de ellos».
Del mismo modo, fue muy conocida su participación en duelos a espada que «estaban prohibidos en aquella época y ella no se batía contra uno, no, sino ella contra tres y los derrotaba. Eso levantaba un revuelo enorme».
Echegoyen reconoce que en su trabajo de investigación encontró «tal abundancia de anécdotas, de rumores para utilizar, que la pregunta no era ¿qué es lo que voy a meter de esto? sino ¿qué es lo que voy a dejar fuera?».
A partir de ahí hizo seleccionó «los momentos más sobresalientes, eran tantos, que no fue complicado», confesó. En cambio, le resulto más complejo «decidir que tuviera menos de 600 páginas».
Tratándose de una novela, el texto incorpora partes de ficción que la autora sitúa «en aquellos momentos de la vida de la protagonista que no se sabe dónde estuvo o qué hizo», para lo que trató de atar cabos, imaginando situaciones que «encajaban en lo que se sabía, de modo que ficción y realidad, todo se lea de la misma manera».
Echegoyen reconoce que el proceso de construcción de La voz y la espada «fue muy rápido, porque tenía la idea, los personajes, la estructura, clarísimos desde el principio», de modo que la escritura se materializó en «seis meses sin dejar el trabajo». De este modo, sentencia: «Salió de un tirón, porque quería que se leyera de un tirón».
La escritora no desvela si esta obra tendrá continuación. «Prefiero que los lectores se hagan sus propias teorías porque hay un enigma muy grande», refiere antes de reiterar que esta mujer «llegó a la cima de la fama como la mejor espadachina y como la mejor cantante de su tiempo, pero cuando tenía sólo 35 años y estaba en su momento de apogeo máximo desapareció, nadie sabe por qué», comenta.
Las posibilidades son varias, «no se sabe si la mataron o la hicieron matar, ya que en aquella época era bastante frecuente deshacerse de la gente incómoda o si la secuestraron y la encerraron en un convento, que es lo que hacían a veces con las mujeres díscolas, si se casó y se fue a vivir a una pequeña ciudad. Yo propongo una teoría que resuelve también lo que pasó con un nieto del rey Luis XIV».