La aldea olvidada

D. R.
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'Minas del Horcajo. La aldea olvidada' (Ediciones Puertollano) es el primer libro de José Félix Fernández (Puertollano, 1962), ingeniero técnico de Minas y máster en Gestión de Patrimonio Histórico. Será presentado este viernes en el Museo.

José Félix Fernández Megías, autor de 'Minas del Horcajo. La aldea olvidada'. - Foto: D. R.

Minas del Horcajo. La aldea olvidada (Ediciones Puertollano) es el primer libro de José Félix Fernández (Puertollano, 1962), ingeniero técnico de Minas y máster en Gestión de Patrimonio Histórico. Será presentado este viernes en el Museo Cristina García Rodero.

¿Qué le ha llevado a escribir sobre Minas del Horcajo?

Cuando tenía diecisiete años, descubrí que tanto la familia de mi padre como la familia de mi madre, sin que se conociesen, venían de Minas del Horcajo. Fuimos allí un día y ya el pueblo me llamó mucho la atención. Nunca he perdido el contacto con Minas del Horcajo y siempre he ido recopilando información de lo que me iba encontrando, y hace dos años hice un máster de Patrimonio Histórico y como trabajo final le fui dando forma esto, que ha desembocado en la primera monografía histórica de este pueblo.

Minas del Horcajo, en un periodo corto o mediano de tiempo, ha dejado una gran huella...

No tan corto. Minas del Horcajo empieza realmente a funcionar como minas en 1856 hasta 1911, que fue su época de esplendor, llegando a los cuatro mil habitantes y contando con mucho más equipamiento que la mayoría de pueblos de la provincia. Luego hubo un parón desde 1911 y cuando se hizo el ferrocarril de vía estrecha de Puertollano a Peñarroya (Córdoba), al hacer el túnel del Horcajo se descubre un filón que no se conocía, lo que permite reabrir las minas en 1950 y están unos diez años aunque ya no a la escala de antes.

¿Qué tenían de especial?

La historia de este yacimiento es muy curiosa. Las minas más importantes de la provincia han sido las de Almadén y luego las del Horcajo. Aquí había zonas en las que salía plata pura, que es lo que la hacía rentable porque había unos costes muy altos por el problema del agua, pero al ser tan ricas en plata, compensaba. Aquí se ha probado lo mejor de la metodología y la ingeniería de minas del siglo XIX, y se copió en el resto del país.

¿Cómo ha sido la labor investigadora?

Muy compleja, con casi tres años de trabajo. Ha habido mucho minado de datos, con mucha investigación en bases de datos y visitas a archivos y bibliotecas. Como dato curioso, en una universidad de Canadá encontré en su biblioteca una revista en la que se hace referencia a los sueldos de Minas del Horcajo.

¿Qué queda de Minas del Horcajo?

Ése es el problema, que no queda nada. Siendo lo que fue, no queda nada. Cuando uno va allí y ve lo que hay y luego ve una foto de cómo era el pueblo, no lo concibe. Se ha destruido todo, se ha arrasado completamente el pueblo. Solo quedan algunos castilletes de las minas, que deberían protegerse y restaurarse antes de que se caigan.

Es un claro ejemplo de la España vaciada...

Totalmente. Vaciada del todo. Allí quedan cuatro o cinco casas vacacionales y viven una o dos familias. No hay servicios ni nada y ha quedado totalmente abandonada. Hace falta que se proteja el patrimonio en general y en este caso el minero e industrial. Hay muchas comarcas mineras en España y en Europa que viven del patrimonio minero, como aquí cerca en Almadén.