El aroma a nardos impregnó los jardines del Prado en la festividad de la Octava, que un año más congregó a cientos de personas que se acercaron para ver partir la procesión de la Virgen del Prado. El año pasado la lluvia dejó en la Catedral prioral a la patrona y afligidos a los fieles que se dieron cita por si el cielo se abría y cesaba la lluvia. No pudo ser. Ayer, lució el sol y a la caída de la tarde de un día asfixiante echaba a andar la Virgen sobre su carroza de plata 35 minutos después del repique de campanas que anunciaba el inicio de procesión.
La Octava congrega a menos personas que el día 15 festividad de Nuestra Señora del Prado, pero no por ello con menos fe y, lamentablemente, con fallos en la organización de las filas para alumbrar, muy a pesar del sacerdote encargado de dar las indicaciones a través de la megafonía instalada en los jardines del Prado. Todos quieren ir cerca de la Virgen y no puede ser, decía una y otra vez el sacerdote invitando a las personas que iban a alumbrar que se colocaran delante del estandarte de la Corte de Honor para que avanzara la procesión con la Dulcinea, damas y Pandorgo, para a continuación situarse las integrantes de la Corte de Honor y seguidamente los hermanos de la Hermandad de la Virgen del Prado abriendo paso a la patrona, escoltada por una amplia representación de la Policía Nacional. Pese a los fallos de organización por aguardar muchos hasta el último momento para situarse junto a la Virgen y mezclarse el sonido del himno de España con la música religiosa proveniente de los altavoces, la procesión de la Octava supuso una gran manifestación de fe. En las inmediaciones del Prado se congregaron cientos de personas que esperaron estoicamente, abanico en mano, para ver partir la procesión, que empezó a las ocho de la tarde. 35 minutos después iniciaba la Virgen del Prado el recorrido por la ciudad a los acordes del himno de España.
En los rostros de la mayoría de las personas, tanto los que iban alumbrando como los que presenciaron el paso de la patrona, se reflejaba el fervor por Santa María del Prado. Otros, los menos, contemplaron la procesión con curiosidad.
Santa María del Prado bendice la ciudad en la Octava - Foto: Pablo LorenteEl manto de los dragones. La Virgen del Prado lució el mismo manto que el día de la Asunción de María. El impresionante manto de los condes de la Cañada, que desapareció en la Guerra Civil y fue encontrado milagrosamente años después cuando iba a ser vendido. Por fortuna se recuperó y ayer lució en todo su esplendor, llamando la atención los dos grandes dragones de cuya boca sale la letanía de la Virgen. En la fiesta de la Octava también cambia el exorno floral, en esta ocasión imperan los nardos que simbolizan en el mundo cristiano la alegría y la comunión del pueblo. Y un año más Santa María del Prado bendijo las casas y calles de la ciudad.
Al igual que el día 15, fueron muchos los fieles, principalmente mujeres las que alumbraron el recorrido de la imagen descalzadas por promesas. Los hombres enfundados en trajes oscuros, todos portando velas, acompañaron también a la patrona de la ciudad en el camino de la fe. La procesión finalizó en torno a las diez de la noche, hora en la que una traca anunciaba la entrada de la Virgen del Prado en la Basílica Catedral. De este modo finalizaban los actos religiosos de la festividad de la Octava que comenzaron con una misa de hermandad en la que fue nombrado hermano mayor Carlos Oliver López. Su primo Carlos López Camarena le entregó el testigo.
Más fotos: