El arqueólogo Luis Benítez de Lugo (UNED-Universidad Autónoma de Madrid) y el hidrogeólogo Miguel Mejías (IGME) dirigirán a partir de septiembre una investigación hidrogeoarqueológica en la motilla de El Retamar, ubicada en el término municipal de Argamasilla de Alba, a las puertas del Parque Natural de Las Lagunas de Ruidera. Además de la realización de trabajos para su consolidación y musealización, los investigadores ahondarán en el estudio de las motillas como «respuesta social de un territorio ante un cambio climático brutal» y su relación directa con «el origen de las primeras cabañas ganaderas de ovejas manchegas».
En declaraciones a La Tribuna, Benítez de Lugo explica que el estudio de las motillas ayuda a comprender «qué sucedía en La Mancha entre los años 2.200 y 1.500 antes de Cristo y cómo vivían sus pobladores». Recuerda que estos yacimientos arqueológicos están considerados como el referente principal de la cultura más antigua (Calcolítico-Edad de Bronce) capaz de captar agua subterránea a nivel regional en Europa. «La búsqueda de agua en los acuíferos mediante estas construcciones fue su respuesta al estrés hídrico de aquella época que secó los ríos de la zona», apostilla.
En este contexto, tal y como recoge un trabajo científico firmado junto al propio Miguel Mejías, José Antonio López Sáez (CSIC) y César Esteban López (IAC), Luis Benítez de Lugo sostiene que «alrededor de las motillas pudieron desarrollarse, sobre los fértiles limos de las vegas de los ríos y en aquellos momentos en los que el agua no circulaba por el cauce, áreas de agricultura y ganadería intensivas, gracias al agua extraída del subsuelo». «Toda una comunidad, de forma coexionada, crea una red de pozos monumentalizados que puede estar relacionada con las primeras rutas ganaderas en las que iban las primeras ovejas manchegas», agrega.
Las motillas coexistieron con otro tipo de ocupaciones durante la Edad del Bronce, tales como poblados en altura, campos de silos, cuevas y lugares sagrados astronómicamente orientados, como es el caso del Castillejo del Bonete, en Terrinches. Todos ellos conforman el grupo cultural conocido como ‘Bronce de La Mancha’ o ‘Cultura de las Motillas’. La relación que existió entre estos diferentes lugares de ocupación es precisamente uno de los campos de investigación que aún siguen abiertos.
En la actualidad, sólo tres motillas se encuentran abiertas. La del Azuer, en Daimiel, donde se han hallado canalizaciones de agua y numerosos restos de caballo, que parecen indicar la existencia de algo parecido a acequias y cría equina;la de El Acequión, en Albacete; y El Retamar, en Argamasilla de Alba, que en los próximos meses será objeto de un estudio arqueológico impulsado por el Ayuntamiento, en el marco de su Plan de Dinamización Turística, y que cuenta con el respaldo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Sólo la primera de estas tres motillas está consolidada, restaurada y musealizada.
publicación en ‘science’. Fruto de estas investigaciones, una colaboración internacional firmada por 111 expertos internacionales ha reconstruido la histórica genómica de la Península Ibérica. Los resultados, publicados el pasado mes de marzo en Science, principal revista científica mundial, ofrecen una imagen inédita de la transformación de la población a lo largo de las diferentes etapas históricas y prehistóricas.
En este contexto, los estudios arqueológicos de Benítez de Lugo sobre Castillejo del Bonete resultan esenciales para explicar el fenómeno que indica que todos los varones peninsulares fueron reemplazados durante la Edad del Cobre por personas procedentes de las estepas del este de Europa, «en un plazo aproximado de unos 300 o 400 años».
Como ejemplo de este fenómeno de reemplazo, el estudio documenta una tumba encontrada en el Castillejo del Bonete. De los dos individuos hallados en el enterramiento de su Tumba 4, el hombre presenta ascendencia de la estepa mientras que la mujer es genéticamente similar a las ibéricas anteriores a la Edad del Cobre.