La gestión de los recursos hídricos requiere de multitud de variables, de consenso entre las administraciones, mancomunidades y usuarios, de infraestructuras y de un uso adecuado, además de una pluviometría que no siempre acompaña. De hecho, la provincia se enfrenta a un enorme desafío ante un cambio climático que incide en la desertificación ante las pertinentes sequías. La Confederación Hidrográfica del Guadiana (CHG), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, tiene el cometido de administrar las masas de agua superficiales y subterráneas de la provincia y la encargada de evaluar el nivel de explotación de cada zona.
Para el geólogo Pedro Rincón, responsable de la consultora geológica, hidrogeológica y medio ambiental, GeaPraxis Ibérica, tras una larga trayectoria con estudios iniciados en la década de los años 90 del pasado siglo, una de las soluciones para una gestión eficiente estaría en crear sectores y planes de extracción propios dentro de las propias acotaciones de las Masas de Agua de Mancha Occidental I y Mancha Occidental II, dos espacios que comprenden una superficie de 2.399 kilómetros cuadrados que abarcan muchos municipios y numerosas explotaciones agrícolas.
Señala que «estamos en un medio físico que es más complejo que lo que la Confederación utiliza para sacar sus cálculos», en referencia a la propuesta de la CHG de pasar a nivel de prealerta a las Masas de Agua Subterránea de Consuegra-Villacañas, Lillo-Quintanar y Sierra de Altomira, mientras que Mancha I y II se mantienen en alerta, lo que supone una dotación de 1.900 metros cúbicos por hectárea para herbáceos y 1.400 metros cúbicos por hectárea para cultivos leñosos.
Sectorizar el agua subterránea por criterios geológicosRincón explica que «se pueden generar zonas dependientes unas de otras con arreglo a determinados criterios geológicos como zonas de falla y fractura, con todo lo que eso significa». Así, el responsable de GeaPraxis se pregunta «¿cómo podemos medir los recursos hídricos? Tenemos que calcular un volumen, multiplicar un largo, ancho y alto. El problema es que la Confederación considera que la forma del recipiente es una bandeja más alta por un extremo o más baja por otro, un rectángulo, pero la realidad geológica e hidrogeológica indica que no es un rectángulo, sino que es mucho más complejo con una sucesión de prismas menores unos más elevados que otros. Para calcular el balance hídrico hay que tener conocimiento de estos prismas, que están delimitados por zonas de fractura».
Delimitar estos prismas se encontraría en el eje de una política eficiente del agua, señala Rincón, ya que permitiría hacer un uso adecuado dependiendo de los recursos hídricos reales. De hecho, señala que «si se hubiera tenido en cuenta la complejidad del Alto Guadiana no se habría producido la sobreexplotación de los acuíferos».
Además, acotar los sectores de las actuales Masas de Agua es factible, ya que «en los años 60 del siglo pasado tuvimos la suerte inmensa de que se llevó a cabo una investigación tremenda por parte del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) y una empresa para buscar carbón en la llanura manchega, encontraron en Puertollano y pensaron que habría más, pero gracias a esa campaña de investigación, que fue excelente e irrepetible, tenemos bastante información».
Sectorizar el agua subterránea por criterios geológicosSu deseo es que el planteamiento de la sectorización de las Masas de Agua Subterráneas formara parte de la actual revisión que se está llevando a cabo del Plan Hidrológico Nacional, aunque ya anticipa que «lamentablemente no me hacen caso. La excusa que ponen es que el IGME avala los planteamientos vigentes, pero realmente no es así. El IGME dijo que el terreno era complejo, no está avalando un entorno sencillo, tal y como quiere presentar la Confederación».