El equipo de ‘Hora 25’ de la Cadena SER, con Pepa Bueno a la cabeza, hizo parada el pasado viernes en Alcázar de San Juan, donde realizó el programa en directo desde la sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen La Mancha.
Lo primero, felicidades por ese liderazgo de audiencia confirmado por el último Estudio General de Medios.
Muchas gracias. El EGM son las notas de la radio y parece mentira que después de tantos años nos sigamos poniendo nerviosos cuando salen. Es un reflejo de la mezcla de esta profesión y este mundo en el que todo se mide y de una manera constante. Es una franja horaria en la que todo está muy fragmentado, con las plataformas audiovisuales atrapando toda la atención por la noche, y ahí hay casi un millón de oyentes de ‘Hora 25’ enganchados cada día, y eso hay que agradecérselo uno por uno. Después de una jornada de trabajo, en una vida tan acelerada como la que llevamos, en el momento de ir desconectando del día, buscan una reflexión tranquila y pausada, un acercamiento a los temas del día, con una profundidad que la urgencia de los informativos a lo largo del día no permite.
Saber que cada noche le escuchan casi un millón de personas debe suponer una enorme responsabilidad...
Yo siento esa responsabilidad sea una audiencia mayoritaria o minoritaria. Un solo oyente merece mucho respeto. Creo que es consustancial a una profesión que te pone delante de un micrófono detrás del cual hay casi un millón de personas cada noche. Ese sentido de que lo que dices no es cualquier cosa tienes que tenerlo siempre muy presente, pero en este momento mucho más, en una pandemia, en el que todo es información muy sensible, sobre las vacunas, sobre las restricciones, sobre la limitación de nuestros derechos fundamentales… Estamos todos con tanta incertidumbre, con tanto desconcierto, después de pasar tanto miedo, que tenemos una enorme responsabilidad de no abundar en todo eso y a la vez de ser muy trasparentes, contando las cosas como son.
¿A veces no teme causar una sensación de hartazgo en el oyente al hablar tanto de virus y pandemia?
Sobre esto reflexionamos mucho y cada día. La pandemia ha atravesado todos los órdenes de la vida, se ha metido en nuestra casa, en nuestro trabajo, en nuestras relaciones sociales, afectivas, en la educación… Altera tanto que llega un momento en el que solo hablamos de pandemia. Yo sí creo que se está produciendo una saturación en la información, y de ello somos todos corresponsables, pero es muy difícil abstraerse de ello porque es un episodio que altera todos los órdenes de la vida pública y privada. Pero creo que sí que hay que medir y tratar también de contar esas otras cosas que pasan, aunque estén atravesadas por la pandemia. Hay que intentar poner la mirada en el resto de la vida porque llevamos un año y todavía no sabemos exactamente cuándo se acabará.
¿Cuánto cree que va a durar todo esto? ¿Es optimista?
Yo soy optimista por naturaleza. Sólo podemos ir a mejor porque lo hemos pasado muy mal, viviendo un acontecimiento dramático, con muchas pérdidas de vidas humanas, con muchos enfermos, pérdida económica... La vacuna es la esperanza, con todas las dificultades que está teniendo. Si hace un año nos hubieran dicho que íbamos a tener en España cuatro vacunas a nuestra disposición, con la mayoría de los mayores de los 80 años vacunados, no nos lo hubiéramos creído. La ciencia ha hecho ese esfuerzo monumental gracias a la conjunción de voluntad y dinero públicos y privados. Vamos a salir de ésta, quizás de otra manera, pero saldremos. Tenemos que sacudirnos esa especie de pesimismo que se nos ha quedado. Pensemos dónde estábamos hace un año, encerrados en casa y sin vacunas, y dónde estamos ahora. A mí eso me sirve en los momentos de bajón.
¿Informar a sus oyentes en esta crisis sanitaria es el mayor reto profesional en su dilatada carrera?
Sin ninguna duda. Éste está siendo el reto profesional más difícil y más apasionante que a mí me ha tocado vivir. Es el acontecimiento más disruptivo que ha vivido mi generación y las sucesivas. No vivimos una guerra, y tampoco la dictadura, y hemos abierto los ojos en esta democracia. Ha habido crisis y tensiones políticas, pero un acontecimiento tan disruptivo como éste no habíamos vivido nunca. Es el mayor reto profesional al que yo me he enfrentado, porque primero había que saber a qué nos estábamos enfrentando para poder contarlo bien, tirando a la ‘basura’ muchas veces tu agenda porque necesitabas una nueva con científicos, epidemiólogos, vacunólogos, inmunólogos…, descubrir nuevas fuentes y crear con ellas la confianza para que te contaran las cosas. Sigue siendo un reto monumental. Es el gran reto de nuestra generación.
¿Qué es lo que peor lleva de esta situación de emergencia sanitaria?
No poder ver y abrazar a la gente que quiero, sin ninguna duda. En la radio, yo nunca pensé que iba a poder hacer un programa desde casa, y lo hice en la primavera de 2020. Las medidas de higiene relacionadas con el virus como la mascarilla, el lavado de manos o la distancia social las hemos incorporado a nuestras vidas, pero no poder ver y abrazar a la gente que quieres es algo de extrema dureza. Lo llevas bien un mes, regular dos meses y muy mal a partir del tercero. A eso no te acostumbras. En lo personal está siendo lo más difícil. Y como periodista, lo peor está siendo el haber renunciado al público. La maravilla de realizar un programa en el exterior, como el de Alcázar de San Juan, es que le pones cara a la gente, a mis oyentes, y eso algo impagable. Cuando después vuelves al estudio central de la SER ves esas caras en tu cabeza, y eso ahora ha desaparecido. Además, en la redacción de la SER estamos muy poquita gente, y a mí me gustan las redacciones con personas porque yo las llamo incubadoras de exigencia, de conocimiento, de amores y desamores, y con la mayoría de la redacción trabajando desde casa eso ahora no existe. Es duro llegar cada día a la radio y encontrarte a muy poca gente, la imprescindible.
Con lo que no ha podido la pandemia y este año de sufrimientos y sacrificio para todos es con la bronca política.
Me parece dramático que con la que nos está cayendo en este país, la política española sea un estruendo permanente. A mí las sesiones de control al Gobierno me deprimen. Que no haya habido ningún momento en el que no se haya instrumentalizado la pandemia en la discusión política me parece muy, muy decepcionante.