La necrópolis de Alarcos acoge a coetáneos de Aníbal

D. F.
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Los arqueólogos observan la coincidencia temporal entre los enterramientos de la época íbera investigados desde 2014 y el desarrollo de la Segunda Guerra Púnica

La necrópolis de Alarcos acoge a coetáneos de Aníbal - Foto: Tomás Fernández de Moya

El príncipe oretano y una parte de los 24 aristócratas enterrados en la necrópolis ibérica de Alarcos excavada en las campañas de 2014 a 2016 fueron contemporáneos de los Barca, Amílcar, el general cartaginés que fue derrotado y muerto en la batalla de Heliké por un ejército oretano (228 a.C.); Asdrúbal el Bello, asesinado en Cartago Nova (221 a.C.); y Aníbal, hijo de Amílcar y cuñado de Asdrúbal, que desde la Península Ibérica llegó a invadir Italia y amenazar a Roma durante la Segunda Guerra Púnica.

Esta coincidencia se recoge en el libro De la muerte a la eternidad. La necrópolis ibérica de Alarcos, escrito por los arqueólogos que dirigen los trabajos sobre los restos ibéricos del yacimiento, los profesores de la UCLM Francisco Javier Morales, Rosario García Huertas y David Rodríguez. En este sentido, éste último precisó en conversación con La Tribuna, que el vínculo entre los Bárquidas y estas tumbas «es una relación temporal entre los enterramientos de Alarcos y la Segunda Guerra Púnica».

Detalla Rodríguez que en ese libro a seis manos, fruto de tres campañas de trabajo de campo y otras dos de investigación de laboratorio, observa: «Lo único que decimos es que de estos guerreros, muchos de ellos, fueron enterrados más o menos en aquellos años de la Segunda Guerra Púnica, entre los años 228 y 212 a.C.», aunque al mismo tiempo recuerda que «no hay constancia documentalmente de que participasen activamente». El matiz es que además de la correspondencia temporal, hay antecedentes de algún encuentro entre oretanos y cartagineses, sin que se pueda llegar a precisar el protagonismo y participación que pudieron tener las distintas localidad íberas en cada situación, puesto que «unas veces se aliaron con unos, otras veces con otros».

La información que facilitan los hallazgos de la necrópolis de Alarcos, hablan de una población amplia, económicamente potente, con una gran mayoría de «objetos de fabricación propia, ellos fabrican su cerámica, fabrican sus armas, hay algunos elementos de importación», observa Rodríguez, quien añade: «No hemos encontrado dentro del enterramiento ibérico nada que nos diga que esto es de origen púnico».

La necrópolis «nos cuenta las características que tenía la gente armada entre los íberos», refiere el arqueólogo que recuerda que estas sociedades estaban encabezadas por aristocracias guerreras, «tienen unos símbolos que hacen ver al resto que ellos tienen el poder militar, son propietarios de los recursos, de la tierra... y el principal símbolo de prestigio son sus armas», que por tanto se introducen en las tumbas junto a otros objetos que expresan su riqueza y poder. «Son una élite que se dedica a muchas cuestiones, como el comercio, y además en caso de guerra son los que dirigen el ejército», relata.

Las investigaciones continúan y el objetivo es localizar nuevas necrópolis, puesto que por las dimensiones del oppidum y su tiempo de ocupación, debía tener otros muchos en su contorno.