"Posiblemente, falta capacidad de gestión los últimos años"

D. M. / A. C.
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Lorenzo Selas Céspedes (Ciudad Real, 12 de enero de 1938), el primer alcalde de la democracia de la capital, presentó hace unos días Relato de una época, un libro en el que repasa sus 14 años al frente del Ayuntamiento ciudadrealeño

Lorenzo Selas posa con su libro: 'Relato de una época' - Foto: RUEDA VILLAVERDE

¿Cómo interpretó ese lleno absoluto que registró el antiguo casino para la presentación del libro? 

Fue sorprendente. No pensaba que la gente conservara de mí todavía esos recuerdos. Hace 31 años que dejé el Ayuntamiento y fue una sorpresa emocionante y agradable ver la respuesta de la gente y, sobre todo, percibir su cariño. No lo esperaba por dos razones fundamentales. En primer lugar, porque los mayores de mi generación y la sociedad de aquel momento, terminamos perdiendo la memoria, los recuerdos, los contactos de los amigos y, especialmente, lo que pasó en esta ciudad en aquellos años. Y porque, además, las nuevas generaciones no me conocen. Creen que todo lo que ahora están disfrutando siempre fue así y esto no cae como el maná del cielo, hubo que hacerlo y en ello participó mucha gente en primera línea y otra desde el anonimato. En este sentido, me sorprendió de forma agradable ver a mucha gente joven que no me conoce.

 

También hubo ausencias destacadas. ¿A quién echó de menos?

Selas consulta ejemplares de la hemeroteca de La Tribuna de los años en los que ejerció como alcalde de la capitalSelas consulta ejemplares de la hemeroteca de La Tribuna de los años en los que ejerció como alcalde de la capital - Foto: RUEDA VILLAVERDEEra tal la emoción que sentía que no me percaté de las ausencias. Pero pueden estar perfectamente justificadas porque no fue una convocatoria al uso, en el sentido de invitar a toda la clase política; no fue una convocatoria, por así decirlo, institucional, me negué a ello desde el primer momento. Quise hacer una cosa íntima, muy personal, como he procurado hacer siempre en mi trayectoria política; no quería incomodar a nadie con una invitación personal y que tuviera que pensar si acudir o no. Acudieron los que pudieron y quisieron. Por ejemplo, me llenó de satisfacción ver a gente que estuvo en la oposición conmigo, a Román Rivero, exalcalde de Miguelturra, y otros alcaldes y, sobre todo, a una gran cantidad de funcionarios de las distintas administraciones por las que he pasado.

 

Destacaron las ausencias, por ejemplo, de la exalcaldesa Pilar Zamora, o de destacados compañeros de partido como Nicolás Clavero o Emilio Villarino, que sí que han hecho luego algún comentario o crítica sobre el libro.

Si no asistieron, tendrán sus razones. Y sobre las críticas que hayan podido hacer, están en su perfecto derecho. En el libro cuento mi verdad, y no quiero decir con ello que sea la verdad absoluta. Es la verdad que yo viví, que disfruté y que también padecí. Difícilmente nadie puede decir que estoy faltando a la verdad, hasta el punto de que hay cosas que no consideré incluir, que tenía escritas y acabaron en la papelera. Estoy sumamente agradecido a mi partido, desde el primer momento, y así lo reflejo en el libro. Cuando ingresé en nel PSOE fue un acto voluntario, que quede muy claro, porque ese partido se ajustaba a mis ideales políticos, a mi forma de pensar: siempre me he considerado un hombre de centro, con una actitud moderada encuadrada en la socialdemocracia, hasta el punto de que la empresa que tenía la convertí en una cooperativa con mis propios trabajadores.

En las elecciones de 1983 tengo una relación excepcional con José María Barreda y él conmigo, y también una gran complicidad con el presidente José Bono desde que la Junta de Comunidades echa a andar. Con el paso de los años, vamos consiguiendo cosas para la ciudad y les tengo a ambos como cómplices, y lo digo con toda claridad, para que no haya dudas. Por lo tanto, mi ingreso en el PSOE se produjo de la forma más natural. El problema es que hay dos años en lo que todo se precipita. Tanto Barreda como Bono entendieron que era el momento, pero a mí me pareció que la decisión no era la más acertada, que hubiera sido mejor esperar. Habíamos ganado las elecciones en 1991 y con lo que hicimos con el AVE, el pabellón, la variante y otras muchas cosas, pensaba que estábamos en la mejor disposición para los próximos comicios. Aquella decisión, desde mi punto de vista, fue errónea para el bien de esta ciudad.

 

Ha roto el silencio después de más de 30 años. ¿Qué cosas cuenta en el libro que no se podían decir hace tres décadas?

Las cuento en el libro (y no todas, como reconoce unas líneas más atrás) y no las conté entonces porque me parecía que no era prudente. Mi papel, después de dejar el Ayuntamiento, era el de un ciudadano más, expectante a lo que pasaba en mi ciudad, en mi región y a nivel nacional. Los medios de comunicación me pedían que opinara, que dijera cosas, pero me negué rotundamente. Tenía que ser profundamente respetuoso con quienes estuvieron al frente de la dirección política de esta ciudad y opté por el silencio. Esto no quiere decir que lo que pasó en la ciudad me resbalara, sino todo lo contrario, lo tenía profundamente interiorizado: me alegraba de lo bueno y de lo que consideraba que no era tan bueno lo sufría en silencio. Han pasado ya 31 años desde que dejé el Ayuntamiento y el tiempo todo lo cura y, como también se dice en el ámbito judicial, ya ha dejado de ser secreto de sumario.

 

Su salida de la Alcaldía en 1993, a los dos años, ¿estaba pactada al entrar en el PSOE?

No, no, fue mi propia decisión y por una lógica natural. Recibí un gran apoyo del PSOE, en lo personal y en lo institucional, y en las elecciones de 1995 yo iba a dar ese paso. Sin embargo, todo se precipitó dos años antes y eso tuvo consecuencias para mí en lo personal. Fue una decisión bastante dura, porque sentía que, de alguna forma, dejaba abandonada a mi ciudad y a la gente que había confiado en aquella candidatura independiente. Pero, insisto, agradecido a mi partido por su apoyo, y la prueba evidente es que quiso que fuera senador durante tres legislaturas.

Sin embargo, desde 1989, que es cuando doy el paso para incorporarme al PSOE, hasta 1993, cuando dejo la Alcaldía, se produjo una gran cacería, publicada en los medios de comunicación: todos contra Selas. De la noche a la mañana pasé de ser un alcalde que hacía las cosas bien, en connivencia, muchas veces, con los partidos de la oposición, a la permanente descalificación por cualquier cosa, a asegurar que la gestión de Selas había sido un desastre. Fue una persecución, unos años muy duros, y llegó hasta tal punto que el PP, el día de la Octava de la Virgen de 1992, presentó en el juzgado de guardia una denuncia contra mí por prevaricación sobre actuaciones urbanísticas. Un año después, de acuerdo con el partido, decidí salir, porque tenía un agotamiento físico y mental muy grande. Aquello que me hizo la oposición, tristemente para mí, tuvo la complicidad del silencio de gente de mi partido.

 

Una decisión como la que tomó en su día al cambiarse de partido sería hoy impensable, calificada poco menos que de transfuguismo. ¿Le pesó el calificativo de 'chaquetero' en aquellos años?

Sí, más que transfuguismo se aludía a que me cambié de chaqueta. En la primera legislatura estuve con UCD y me sentía identificado, pero luego pasó lo que pasó con la UCD; en la segunda entré como independiente en la candidatura de Alianza Popular; y en la tercera tuve el ofrecimiento del Partido Popular. Mantuve varias conversaciones, como cuento en el libro, con Manuel Fraga, en las que me invitaba a unirme al PP y me llegaron a ofrecer el segundo puesto en la lista al Congreso. Pero no quería dar ese paso, lo mío era defender mi ciudad desde la Alcaldía y por eso, en 1987, hacemos una candidatura independiente.

Tuvimos unos resultados excepcionales con 14 concejales, pero como independiente era huérfano político, ¿a dónde acudía? Todo el poder a nivel provincial, regional y nacional lo ostentaba en aquel momento el PSOE y para seguir avanzando en los proyectos de consolidación para el futuro de la ciudad tuve que recurrir a mis cómplices, Barreda y Bono. Yo sabía que entrar en el PSOE iba a ser una decisión no aceptada por esta ciudad, por una sociedad que está situada mayoritariamente en el centro-derecha. Sabía que iba a ser crucificado. Así lo dije y así ocurrió. Era consciente, pero todo lo que hice, desde la más absoluta convicción, fue por mi ciudad.

 

En una línea similar se expresa el presidente del Gobierno actual, Pedro Sánchez. Asegura que todo lo que hace es por su país, que es capaz de todo por España...

Yo no soy capaz de todo. Todo lo que hice al frente del Ayuntamiento fue sin renunciar a mis convicciones y, por supuesto, sin que fuera en contra de mi ciudad a todos los niveles. Lo que hice fue dentro de unas convicciones morales y personales a las que no renunciaba, pero también sabiendo dónde estaban las líneas rojas. Es una simple reflexión con la que no quiero condenar ni justificar ni mi actuación ni lo que hacen otros.

 

¿Sus triunfos en las urnas con diferentes formaciones políticas hacen bueno la idea de que en los pueblos y en las ciudades de tamaño pequeño y mediano se vota más a las personas que a los partidos?

En la política municipal incide mucho la política nacional, sobre todo, y también la regional, pero es cierto que los alcaldes y alcaldesas arrastran un número de votos importantes. La relación con la gente y el conocimiento de la gestión es un plus, pero puede ser para bien o para mal, como castigo. El candidato beneficia o perjudica a su lista por su trayectoria anterior.

 

¿Qué opinión le merecen los últimos ocho años de gobierno en el Ayuntamiento de Ciudad Real? 

Creo que han hecho lo que han podido, pero en la política lo que uno consigue tiene que ser a base de tesón, de gestión, de moverse mucho por todos los despachos, de coger proyectos que sean viables y negociarlos con la administración que te pueda ayudar tanto con la gestión como con la financiación. No quiero decir que los tiempos pasados fueron mejores, porque no siempre es así, pero ahí está la historia de esta ciudad. No tuvimos Junta de Comunidades hasta 1983 y el dinero de Europa no empieza a llegar hasta 1988, no había forma de conseguir fondos. Yo me iba a Madrid y a Toledo de pedigüeño, pero siempre con educación y respeto. No confrontaba con las administraciones que me tenían que ayudar a través de la prensa ni de nadie, sino que lo que había que discutir se discutía y, respetuosamente, se ponían las cosas en su sitio. En estos últimos años, lo que posiblemente haya faltado ha sido capacidad de gestión y de diálogo, que es lo que está faltando en este momento a nivel general. Es necesario sentarse y mirarse a la cara para hablar y negociar, y dejar la confrontación y los mensajes a través de las redes sociales, porque no sirven para resolver los problemas de los ciudadanos.

 

Si actualmente ostentara el bastón de mando, ¿qué actuaciones urgentes pondría en marcha para que la ciudad siguiera creciendo? 

Cuando me fui en 1993, después de haber conseguido el tema del AVE, tenía negociado un plan de gestión y la construcción de un polígono industrial para la captación de empresas. Ciudad Real se quedó aquellos años preparada con la Universidad y todo lo que podía traer el AVE y no se supo aprovechar. Era necesario un plan estratégico para la promoción de la ciudad a todos los niveles, contando con expertos en cada materia, un proyecto de ciudad de futuro, y, que yo sepa, nunca se hizo. En este momento está en marcha un nuevo polígono y ante la duda de quién lo va a ocupar, ha sido el propio Ayuntamiento el que ha tenido que comprar las parcelas. Entre 2000 y 2005 se crearon muchos polígonos en municipios de la provincia y hubo empresas de la capital que salieron y se instalaron allí. Con esta situación ya consolidada de polígonos, que alguien con rigor me explique a qué empresas aspiramos a traer y qué proyecto de Ciudad Real tenemos. Lo digo con todo el respeto del mundo, pero también con profundo dolor.

 

Por último, ¿le ha consultado su partido sobre proyectos o personas para liderar esos proyectos en estos últimos años?

Se me ha consultado muy poco y no tendrían por qué, por lo tanto, no me doy por aludido. Cada uno en su trayectoria hace lo que tiene que hacer y punto. Me han pedido opinión en muy pocas ocasiones y en cosas de no gran trascendencia, porque seguro que no hacía falta.