El Rey N.S. que Dios Guarde’, era el comienzo de casi todas las funciones que tenían lugar en el siglo XVIII, como es el caso que nos ocupa. Se trata de un cartel –muy posiblemente del último cuarto de siglo- en el que se lidiaron toros de las vacadas de Don Hermenegildo Díaz Hidalgo y de Doña Manuela de la Dehesa, vecinos de Villarrubia de los Ojos. Eran tres festejos a celebrar en Valencia, ocho toros cada día, en cuya lidia iban a participar Juan Jiménez y José de los Santos. Los picadores –siempre en primer lugar- eran Francisco Sevilla, José Gómez y Antonio Rodríguez, como sobresaliente.
Detalle significativo era que todos los toros de Don Hermenegildo eran de capa castaña y que se lidiaron con cuatro años y medio, a excepción de ‘Polvorillo’, que tenía cinco. En cuanto a los astados de Doña Manuela de la Dehesa, el pelaje predominante eran los rubios encendidos, castaños y los amelocotonados. Las edades, entre cuatro y cinco años.
Según datos facilitados amablemente por Manuel Hervás, autor del libro ‘Ciudad Real, historial taurino’, de reciente publicación y de los ofrecidos por el escritor Isidoro Villalobos Racionero, en recientes trabajos sobre la historia de Villarrubia y los toros Jijones, el citado Hermenegildo Díaz Hidalgo (1746-1834) era primo segundo de José Sánchez Jijón, que herraba a los animales con una ‘H’, y que tuvo excepcional cartel como ganadero allá por las dos últimas décadas del siglo XVIII.
En diez años, de 1786 a 1796, se lidiaron toros suyos en cuarenta y dos ocasiones en la Villa y Corte, obteniendo triunfos con ellos lo más granado del escalafón.
Villalobos señala dos acontecimientos que tuvieron lugar en Ciudad Real en 1790, con motivo de la proclamación de Carlos IV y añade un dato curiosísimo: en 1804 la ganadería se tasó en 173.750 reales de vellón. Con respecto a los bovinos de Manuela de la Dehesa, sus antecedentes los encontramos en Juan Sánchez Jijón, que continuó su sobrino Miguel desde 1743 alcanzando su época dorada; en 1784 pasó a su hermano José Sánchez Jijón y tras sucesivas herencias fue adquirida por Doña Manuela en 1824, pasando veinte años después a un ganadero afincado en Ciempozuelos, llamado Manuel de la Torre. Allí acabaron los famosos toros ‘coloraos encendidos’ que tan alto pusieron el pabellón ganadero de Villarrubia de los Ojos del Guadiana.