La situación de Albacete en una llanura abierta y sin defensas naturales conllevó desde épocas muy tempranas la construcción de barreras artificiales. Sabemos de la existencia de cercas desde los siglos XV al XIX que siempre tuvieron una función defensiva o preventiva frente a las pestes.
Esta cerca o barrera que rodeó en ocasiones la villa consistía en un muro de tapial que cegaba las calles exteriores, abriéndose algunas puertas y portillos en determinados lugares. Como es natural, suponía una incomodidad para los vecinos, que tenían que recorrer, en algunos casos, un itinerario bastante alejado de sus casas para salir a las huertas, viñas y campo circundante con sus aperos o con sus ganados.
Por este motivo tan pronto se erigían como se derribaban. No ha quedado ningún vestigio de las medievales y modernas. Sin embargo, las del siglo XIX sí que dejaron testimonio gráfico, su memoria está presente no solamente en los documentos textuales sino también en cartografía y en fotografías antiguas.
El descubrimiento de un plano inédito (que se conserva en el Archivo General de Madrid) de las murallas y fuertes que protegieron la ciudad durante las Guerras Carlistas nos permite visualizar el recorrido exacto del muro de tapial y la ubicación de los siete fuertes con que contó la ciudad en 1874.
Contexto histórico
La subida al trono de Isabel II como reina en 1833 coincide con el comienzo de la primera guerra carlista, que tuvo lugar entre los años 1833 y 1840. No hubo territorio de España donde no se sintieran los efectos de la contienda y Albacete, de marcada tendencia liberal, no fue una excepción.
A partir de 1838 ya se había comenzado a fortificar la población, sin embargo, será en 1874 cuando se lleven a cabo nuevas y mejores obras, en consonancia con el crecimiento demográfico y social de la ciudad que había pasado de unos 10.000 habitantes al comenzar el siglo a 18.958 según el censo de 1877. Estas obras fueron proyectadas por el cuerpo de ingenieros del Ejército. Entre los elementos con que contó esta fortificación debemos destacar:
El muro de tapial que rodeó la ciudad con una longitud de seis mil metros, un espesor de sesenta centímetros y un foso seco de cuatro mil metros cúbicos.
Cinco puertas de grandes dimensiones (cuatro metros de ancho por dos de alto) que darían acceso a la población y se cerrarían durante la noche por medio de candados y cerrojos.
Los fuertes cercanos a las puertas fueron los siguientes:
La Estrella. Su nombre obedece a la forma poligonal de su figura. Por su situación cumplía una misión superior a la del resto: vigilar la estación del ferrocarril y sus aledaños, no olvidemos que el tren había llegado en 1855, la importancia como enclave geográfico de Albacete se vio reforzada con este nuevo medio de comunicación que supuso un revulsivo económico, comercial y social.
Santa Bárbara. También llamado de la era empedrada o de Tejares. Forma hexagonal y abaluartada, estaba situado al final de la calle Tejares hacia la fuente de la plaza Benjamín Palencia. Este fuerte y el anterior son las únicas dos edificaciones de nuevo cuño, realizadas por ingenieros militares.
San Antonio. Entonces cementerio de San Antón, se reforzó con cien aspilleras, dos tambores aspillerados, foso y cimiento de piedra seca y barro, más un camastro. Este fuerte utilizaba la antigua instalación de la ermita a la que se había adosado el cementerio municipal en 1805 y que siguió cumpliendo como tal hasta 1879. La ermita se había erigido sobre el año 1519 por la gran devoción que la gente tenía hacia ese santo en un paraje de huertas en la zona Norte.
Matadero. Donde se abrirían diez aspilleras y se protegería con tapial nuevo. El plano nos ofrece un dibujo en planta y alzado del mismo, que se encontraba en el callejón del Cobo, hoy Torres Quevedo. Desde 1860 se hallaba el matadero en esa ubicación, donde fue construido por don Juan Antonio Molina en terrenos propiedad del Ayuntamiento y cuya explotación fue cedida al municipio por cierto número de años. A pesar de los defectos del edificio se mantuvo hasta 1927 en que se trasladó a la carretera de Ayora
Plaza de Toros. Se trata de la plaza vieja sustituida en 1917 por la actual. Su emplazamiento fue contiguo a ésta. La plaza y la casa aneja contaron con 220 aspilleras, dos tambores a las puertas aspillerados, cimiento de piedra y barro.
Portazgo de Madrid. Se refuerza con veinticuatro aspilleras, foso parapeto y arreglo de perfiles. Estaba situado en la confluencia de las calles Puerta de Madrid (Baños actual) con el Paseo de la Veleta, hoy comienzo de la Avenida Menéndez Pidal.
PUERTA DE VALENCIA. En dirección contraria, sureste, se encontraba el portazgo de la Puerta de Valencia, en la confluencia de las carreteras de Valencia y Murcia, presenta la misma obra: aspilleras y foso parapeto.