La agitada violencia del ajedrez de la época romántica, a base de sacrificios, intercambio constante de piezas y la búsqueda de la amenaza más directa sobre el rival se convirtió en un símbolo del medievalismo bajo las colgaduras que adornan la plaza Mayor con motivo de las V Jornadas de la Cocina Alfonsí.
Ante un corrillo en el que se mezclaban los aficionados al juego de las 64 casillas con los legos en materia, Ángel Espinosa, que fuera campeón de España sub-18, desgranó el desarrollo de la partida entre George McDonnell y Adolf Anderssen disputada en Londres, en 1862.
A las órdenes de Espinosa, Juan Antonio García-Ballesteros, de 9 años, e Inmaculada Torres, de 10, jugadores del club ambos, iban realizaban los movimientos de esta partida histórica, en la que finalmente venció el alemán.
Al mismo tiempo, Espinosa intentaba aclarar a los espectadores las razones de cada paso sobre el tablero, las amenazas presentes, las posibilidades de avance y defensa en cada caso y el delicado equilibrio con el que los jugadores del siglo XIX intentaron mantener abiertas sus posibilidades de victoria hasta el casi el último movimiento.
A la conclusión, el maestro internacional manchego reconoció que al principio de la partida, «me costó acostumbrarme a ver el tablero desde el lateral, puesto que no es una posición normal, pero tardé poco en superarlo».