«No me puedo quejar. Me caí, pero sigo aquí. Es cierto que me siento mal, que casi no puedo moverme, que dependo de otras personas y que tengo muchos dolores, pero eso quiere decir que estoy vivo. Hay gente que lo está pasando mucho peor y que lucha mucho tiempo contra enfermedades terribles. Yo ahora tengo que echarle valor, levantarme y demostrar que soy un profesional». Con estas frases se puede resumir el estado de ánimo de Sergio Pardilla. El lunes 6 de abril el ciclista de Membrilla volvía a nacer. Aquella jornada sufrió una terrible caída en el final de la primera etapa de la Vuelta al País Vasco. Ahora, apenas diez días después, se va recuperando lentamente de todas las lesiones provocadas por un bolardo mal señalizado en la Gran Vía de Bilbao, en pleno lanzamiento de un sprint.
«En centésimas de segundo pasé de 60 kilómetros por hora a cero y eso te revienta por dentro. Fue un golpe brutal», explica el corredor del equipo Caja Rural. Su parte de lesiones es demoledor. Ha tenido que ser intervenido en las dos manos, evoluciona favorablemente de un peligroso neumotórax que al principio fue hemoneumotórax (le extrajeron más de 600 mililitros de sangre del pulmón izquierdo) y tiene fracturadas cuatro costillas y las escápulas de los dos hombros.
«Me tienen que ayudar a hacer todo. Sara (su novia), mis padres, la familia... son ahora mis manos», detalla con buen sentido del humor. Un carácter forjado desde el sufrimiento que implica un deporte como el ciclismo y que hasta hasta la pasada semana no le había mostrado su lado más terrible. «Tengo 31 años, llevo montado en bici desde los diez, con once como profesional y nunca había pasado por el quirófano. Y ahora mira», relata, mientras apunta que ser seguidor del Atlético de Madrid también curte.
Hoy mismo pasará una revisión en Ciudad Real, pero es tremendamente optimista e incluso no descarta volver a competir este mismo año. «Es cuestión de tiempo, los huesos sueldan y ya está. Mis piernas están perfectamente y cuando se vaya solucionando el tema del pulmón me puedo subir al rodillo y empezar a dar guerra», pronostica.
Siempre consciente. Recuerda con detalle el momento de la caída. «Quería ir bien situado para que no me picasen segundos en meta. Trazamos una curva a la derecha y vi a un ciclista volando por los aires. El siguiente fui yo, que me golpeé con el bolardo con todo el costado izquierdo. Ese fue el problema, el golpe me frenó en seco y el impacto me reventó porque el bolardo no absorbió el golpe. Al principio había mucha confusión porque tenía sangre en la boca y pensaban que sufría un traumatismo cranoencefálico. Pero no, la sangre venía del pulmón, nunca perdí la conciencia. Luego llegó el traslado al hospital y noté mucha alarma».
A más de 600 kilómetros, en Membrilla, Sara seguía la carrera on line. «Vi que había una caída. Luego ya me enteré que Sergio estaba implicado, pero bueno, piensas una más. Van pasando los minutos, ves que no te llama para decirte que está bien, empiezas a escuchar que está hospitalizado y se te para el corazón». Esa misma madrugada y ella los padres de Sergio viajaron a Vizcaya.
«Hay que agradecer el trato del equipo, que se ocupó de todo y se desvivió para que no nos faltase de nada», recalcan. Quedó ingresado en el hospital de Cruces, en Barakaldo, y las primeras 48 horas eran claves. Su evolución siempre fue favorable, el jueves pasó por el quirófano y el lunes recibía el permiso para ser trasladado a casa en una ambulancia. «Estoy muy agradecido con toda la gente del hospital por su profesionalidad y el trato que hemos recibido tanto mi familia como yo durante todos esos días. Esto te hace valorar lo realmente importante de la vida. A veces nos enfadamos por tonterías y cuando te pasan cosas de estas, te das cuenta de lo que importa de verdad», repasa.
Desde su caída ha recibido un sinfín de mensajes de ánimo y apoyo, «estoy muy agradecido a toda la gente», pero uno de ellos le ha llegado al alma, el de su amigo Pablo Lastras, ciclista del Movistar que tras otra grave caída en la Volta a Catalunya se ha visto obligado a poner fin a su carrera profesional. «Me ha hecho ver que soy un afortunado», confiesa, y es que está convencido de que volverá a vestir el maillot del Caja Rural antes de que acabe la temporada: «¿Miedo? Ninguno. Sé que nunca más me volveré a chocar con un bolardo en una carrera porque ha sido un fallo de organización y no volverá a ocurrir nunca más».
Sus ganas de recuperar la normalidad y su buen humor contagian. Asume que todo forma parte de su profesión, «porque lo bonito del ciclismo es levantarte cuando te caes». El ciclismo se lo ha dado todo y a punto estuvo de arrebatárselo. Su prioridad es ahora recuperarse bien, pero sin ocultar que va descontando las horas para volver a montarse en la bicicleta. Un magnífico ejemplo de que, efectivamente, los corredores están hechos de otra pasta.
Los bolardos. No quiere entrar en polémicas, pero tampoco puede evitar cierta indignación al analizar las causas del suceso, un bolardo mal señalizado en la recta de meta. «Se van a pedir responsabilidades y el proceso seguirá su curso, pero lo que ocurrió es algo impropio de cualquier carrera ciclista. Este accidente debe servir para que no vuelva a ocurrir nunca más. Era un peligro clarísimo que nadie avisó ni venía indicado en el libro de ruta. Si yo llego a saber que esa trampa está ahí colocada, no me hubiese ido hacia ese lado», advierte.
Con cinco corredores hospitalizados por esta imprudencia organizativa, el pelotón mundial reaccionó rápidamente y realizó una protesta formal al día siguiente reclamando más seguridad. «Me enteré en el hospital y la verdad que me alegré un montón por esa respuesta. Los ciclistas somos los protagonistas de este deporte y, a veces, parecemos el ‘último mono’ porque se dan situaciones que se podrían evitar porque aumentan mucho los riesgos. Corredores y equipos llevamos demandando más seguridad desde hace mucho tiempo y casos como éste son ya clamorosos. Yo veo en las fotos los bolardos señalizados con un cono y me parece una broma. Es impropio de una carrera de la máxima categoría y de cualquier otra. Yo no lo había visto en la vida».