E l paso del tiempo está siendo benévolo con él, y luciendo esa 'eterna juventud' acude puntual a su cita con La Tribuna en el parque de Gasset. Rafa López León sigue siendo un tipo bien parecido, pero esta vez sus ojos tienen un brillo especial. Al final del encuentro nos aclara qué hay detrás de esa mirada feliz y de una actitud muy positiva, a pesar de la que está cayendo a su alrededor. Hace años que su nombre ya no circula por los foros deportivos de la ciudad, pero sigue siendo uno de los hombres más conocidos de su Ciudad Real natal, en la que disfruta de una vida a caballo entre su vocación, la docencia; su pasión, el deporte; y su familia, ampliada hace sólo ocho meses. Sí, Rafa ya es abuelo, y lo confiesa con una sonrisa de oreja a oreja y con esa dulce expresión que sólo saben poner las personas cuando hablan de sus nietos. «Todo me huele a mi nieto», dice embelesado. Tras posar con Don Quijote para la foto («yo soy más de Sancho», protesta), repasa con ahínco los momentos más importantes de su vida.
López León ha sido uno de los deportistas más importantes que ha dado la provincia. Ha jugado a balonmano al máximo nivel durante muchas temporadas y en los mejores clubes españoles, como el FC Barcelona, Atlético de Madrid o Caja Madrid, con los que ha ganado Ligas, Copas del Rey, Copas Asobal... Fue internacional con la selección española en 83 ocasiones y participó en dos Juegos Olímpicos (Moscú 80 y Los Ángeles 84) y en un puñado de Mundiales. Un palmarés que recuerda con orgullo, y más porque «he jugado mucho tiempo sin dejar mi actividad como docente, lo que ahora sería impensable».
En la recta final de su carrera decidió regresar a Ciudad Real para convertirse en la estrella de un Caserío Vigón que empezaba a crecer y a subir peldaños desde sus modestos inicios. Fichó en 1988 como jugador, aunque le 'engañaron' para que también asumiera la responsabilidad de entrenador. «Yo no quería, pero fue Carlos Juan, que era un liante, quien convenció al presidente, Miguel Cobo. Desde entonces me busqué sin querer un enemigo, Carlos Sierra, que en principio iba a ser el entrenador», aclara.
Fueron sus primeros pinitos como entrenador. Una responsabilidad que se adaptaba perfectamente a su perfil de docente y enamorado del deporte. Llevó al equipo a la División de Honor, lo que le obligó a renunciar a su acta de concejal en el Ayuntamiento para dedicar más tiempo al club, hace ahora 20 años.
Dejó el equipo pero volvió. En las navidades de 1996, ya con la denominación de BM Ciudad Real, el club destituyó de su cargo a José Julio Espina y volvió a llamar a Rafael López León para dirigir al equipo ya en la Liga Asobal. Cuatro años en los que el conjunto manchego progresó poco a poco entre los mejores, hasta colarse en la pelea por la cuarta plaza y en una inolvidable final de la Copa City en 1999, cuya fiesta prevista en el Puerta de Santa María se encargó de aguar el Flensburg alemán.
Fue la primera de las dos enormes decepciones que se llevó en el club de su ciudad natal. La segunda llegaría meses después, cuando el presidente, Felipe Caballero, con Domingo Díaz de Mera en la sombra, acordó su destitución fulgurante, trayendo en su lugar al histórico jugador montenegrino Veselin Vujovic. «Después de cesarme, un sector de la afición seguía aclamando mi nombre, y eso no gustó al club y me perjudicó, me hizo mal. Desde entonces se me puso una cruz, se me vetó en Ciudad Real aprovechando el gran control que tenía Domingo en muchos ámbitos», asegura decepcionado.
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