Hubo llamas antes de los fuegos que pusieron fin a la feria de Ciudad Real. Fueron, eso sí, unas llamas más solemnes, menos ruidosas, sostenidas en las manos de las cientos de personas que acompañaron a la patrona de la capital en su último procesionar en su semana grande. Fue una despedida comedida en comparación con la multitud que recibió su presencia en la procesión del día 15, pero esa dosis de intimidad era esperada y bien entendida. «Normalmente, en la procesión del día 15 viene mucha gente de los pueblos de alrededor y de fuera de Ciudad Real, pero quien alumbra a la Virgen en la Octava es la gente de la capital», aseguró minutos antes del inicio del camino el presidente de la Hermandad de la Virgen del Prado, Francisco Pajarón.
Ala procesión de la Octava le costó iniciar la marcha. El gentío que quería ver y acompañar a la Virgen del Prado se agolpaba en la salida de la Catedral para ver de cerca la imagen, y de procesionar lo más próximo posible a ella. Las indicaciones que se daba a todos los asistentes a través de la megafonía del templo sirvieron de poco para colocar la comitiva, pero hubo un signo más efectivo para que las filas se formaran y pudiera iniciarse el camino por las calles de la capital:la banda. Cuando los miembros de la Agrupación Musical de Ciudad Real se alinearon y se dispusieron a iniciar los acordes del himno nacional, las filas comenzaron a crearse y la procesión tomó forma. Después, Jesús Miguel Gracia levantó la batuta y se hizo por fin el silencio, sólo roto por la melodía nacional. Tras eso, el sonido de los pasos.
«Estamos muy contentos por cómo ha ido esta semana y por cómo se desarrolló la procesión del día 15», indicó Pajarón antes de acompañar a la imagen desde cerca, donde se sitúan las autoridades civiles y militares que acompañan la procesión. «Superó todo lo que conocíamos y hubo más gentío que nunca, al menos que en los veinte años que yo he visto», explicó el presidente de la Hermandad de la Virgen del Prado, que aseguró que la presencia de hermanos en aquella ocasión «fue mayoritaria, y prácticamente estábamos los 1.200 que formamos parte de la Hermandad».
La procesión discurrió con normalidad por las calles de la capital, detenido el paso en algunos momentos en los que se estiró la duración del cortejo. En torno a las 21.30 horas, la cabeza de la procesión había vuelto al entorno del Prado, y la Octava tocaba a su fin. Durante el recorrido habían acompañado a la patrona de Ciudad Real gente de todas las edades y por diferentes motivos. Había quien lo hacía por tradición o para cumplir una promesa, había quien sostenía la llama con el pulso firme para realizar una ofrenda o para pedir por lo que se avecina. Había pequeños incluso que hacía su primera procesión.
Al término, como es costumbre, se produjo el relevo del hermano mayor de la Hermandad de la Virgen del Prado. Julio Morales abandonaba el cargo que asumió después de la Octava del año pasado para dejar su lugar a José María Romero Cárdenas, que lo será durante el año que separa la celebración de la Octava de ayer del cierre de las funciones religiosas en la semana grande ciudadrealeña del año que viene. «Asumo el cargo con mucha ilusión y mucho orgullo, pero también con mucha responsabilidad, porque habrá muchos ojos mirándome», relató el nuevo hermano mayor de la Hermandad de la Virgen del Prado, que explicó que la llegada de esta fecha «infunde respeto».
Además de los fieles y los hermanos, también hubo autoridades militares, eclesiásticas y civiles acompañando la procesión. Todos pusieron el punto y final a los actos religiosos de la feria ciudadrealeña que se despide hasta 2016.