Cuando se acercaba la hora del comienzo, Lominchar rezumaba recuerdos, tradición, añoranzas y ganas de escribir una nueva página en recuperar tradiciones olvidadas en el tiempo. La fecha del 2 de agosto de este año, será recordada por aquellos que apunten cuándo se ha vuelto a celebrar un encierro con reses bravas a campo abierto en la provincia de Toledo. Pues bien, ha sido la localidad sagreña de Lominchar la que ha tenido la osadía de volver a recuperar algo que muy pocos del pueblo contaban en corrillos y tertulias. Esos vecinos casi centenarios hablaban de cuando se traían a pie los animales bravos para celebrar las fiestas patronales, y que muchos vecinos salían a las afueras del pueblo a recibir los toros y jadearlos hasta que se introducían por las calles del pueblo a la plaza de palos.
Gracias al nuevo reglamento taurino de festejos populares de Castilla-La Mancha, el Ayuntamiento puso en marcha la recuperación del encierro por el campo con reses bravas, al igual que se hace en diferentes puntos de nuestra extensa geografía, y así ser el primero de la provincia toledana una de las más taurinas del país y que no había dado el paso en este tipo de festejos.
Lo sorprendente fue, por encima de todo, la gran afluencia de público que se trasladó a Lominchar, estimando en cerca de 4.000 personas las que pudieron contemplar desde el campo el recorrido y la plaza este novedoso momento. Por otro lado, más de 200 caballistas acompañaron a los novillos de los hermanos Lozano en su recorrido, bajo la dirección de Diego Valladar y David Écija que, junto a su parada de diez bueyes adiestrados, conducían de manera diligente las reses.
Todo daba comienzo a las seis y media en punto de la tarde, cuando tras acreditar a todos los caballistas, se desplazaron con seis bueyes al paso desde la plaza de toros hasta la finca ‘Los Praíllos’, donde estaban esperando los dos novillos bravos.
El ambiente de fiesta se tornó serio cuando salieron al campo las dos reses coloradas amparadas por la nutrida parada de mansos. Entonces los caballistas se dispusieron a ambos lados de la manada, que a paso lento iba avanzando hacia la localidad. Los cerros cercanos fueron habilitados para que los miles de asistentes pudieran comprobar de forma privilegiada tan señalado día, y allí se desplazaron con remolques y camiones para hacer la vista más confortable y segura.
Cuando se hubo recorrido la mitad del trayecto, se hizo un alto en el camino y los animales sin ningún atisbo de huir o embestir esperaron pacientemente a que los caballistas volvieran a menearlos camino de la plaza de toros.
No dudaron muchos valientes en acompañar las reses a pie y acercarse a ellas a escasos metros sin miedo a ser embestidos. Bellas estampas camperas se pudieron ver con caballistas avezados y seguros que rodeaban al ganado de forma cuidadosa y calmada. Cuando se acercó la comitiva a las paredes de Lominchar se incrementó el paso hasta hacer que las reses galopasen y entrasen por el embudo preparado al efecto hasta la plaza de toros.
Exitoso encierro y perfecta la organización del mismo, que pese a ser noveles dejó una nota alta entre los que habían participado ya en otros. La recuperación de una tradición que posible en gran medida gracias a Pablo Fontelos, alcalde de Lominchar y gran aficionado a los toros y al caballo. Él mismo estuvo al pie del cañón desde el primer momento y hasta que finalizaba el encierro, cuidando lo más mínimo en detalles, seguridad y preparación para que el encierro se convirtiera en un espejo de aquéllos que quieran hacer este tipo de eventos en la provincia toledana.