Herido de punta de ausencia y llagado de las telas del corazón, Quijote se postró a los pies de Dulcinea como bautizo a la nueva moradora del centro de Ciudad Real, a quien acompañó en su venida el trazo febril del propio Miguel de Cervantes. Como si del telón de un gran teatro se tratara, el pequeño acto de descubrir la nueva estatua de la amada del hidalgo de la tela que la protegía sirvió para el inicio de una función que atrapó a grandes y pequeños, que fueron testigos de la presentación en sociedad de una Dulcinea que completa en Ciudad Real un paseo completo de tallas de la universal obra de la literatura española, paseo que empieza bajo el reloj de carillón de la plaza Mayor y termina en la plaza del Pilar, a los pies de un Quijote que ya tiene próximos a sí a su Dulcinea y al maestro Cervantes.
La nueva 'casa' de la amada del caballero de la triste figura está situada a la sombra del Ayuntamiento de Ciudad Real, junto a la oficina de turismo y como tercer vértice del triángulo cervantino que conforman la escultura del propio Cervantes, en la plaza aledaña que lleva su nombre, y la talla de Quijote en la plaza del Pilar. «Nos alegra enormemente, en un año tan señalado como éste, en el que celebramos el IV Centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote, que podamos tener en Ciudad Real una escultura del personaje que nos faltaba de la obra de Cervantes, Dulcinea», explicó la alcaldesa de la capital, Rosa Romero, que junto con Pedro Palacios, director general de Globalcaja, y José Antonio López-Arza, el escultor, llevó a cabo el descubrimiento de la efigie.
La regidora agradeció la colaboración de Globalcaja, encargada de financiar la creación de la escultura y su colocación, «ya que sin ellos probablemente no hubiéramos podido llevar a cabo este acto», y aunque las cifras «no son lo más importante en el ámbito cultural», elevó la inversión a los 34.000 euros. Palacios, en nombre de la entidad bancaria, subrayó «el compromiso que siempre hemos tenido con Ciudad Real, donde llevamos 52 años y esperamos estar por lo menos otros 52 más», y aseguró que Globalcaja «está encantada de participar con un centenario como éste». A los pies de la figura hay un baldosín en el que se recoge la donación a la ciudad.
Brazos en las caderas, un poco vuelta de lado hacia la derecha y con el traje tradicional de manchega luce la Dulcinea de Ciudad Real. El escultor, de cuyas manos han salido otras obras como Don Pedro Pardo, Eduardo Matos y las esculturas de El Pandorgo, el Pozo de Don Gil y Reina Rincón, reconoció que su representación de Dulcinea «escapa un poco de las imágenes que hasta ahora se han hecho de ella, sobre todo en pintura, y que la dibujaban más alejada de esa imagen y más cercana a una princesa idílica». La Dulcinea de Ciudad Real es una Dulcinea «nuestra, manchega».
Tras el descubrimiento, y antes de la parte más institucional, la declaración de amor de Quijote. Escrita en sus primeras líneas al alimón con Cervantes, sentado a su derecha, y bajo la atenta mirada de Sancho, mezcla en sus palabras el genio del escrito y la locura del caballero. «Bella ingrata, amada enemiga mía, tuyo hasta la muerte», dijo el caballero de la triste figura.